El mayordomo

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

“Duerme, duerme, negrito"

Bien podría ser este el leiv motiv del filme protagonizado por Forrest Whitaker y dirigido por Lee Daniels, también responsable de la exageradamente sobrevalorada “Preciosa” (2009).

“El mayordomo” es algo así como una nueva versión reducida de la miniserie “Raices” (1977), esto dicho desde lo narrado, con alguna leve, muy somera, reminiscencia desde el personaje a “Lo que queda del día” (1993), mezclado tal cual ensalada, o sea sin ningún orden ni andamiaje, con la estructura de “Forrest Gump” (1994). Alguna vez alguien dijo si vas a copiar, hacedlo de cosas bien hechas, claramente no es el caso.

Estamos frente a un producto construido clásicamente, en realidad un gran flash back, con dos claras intenciones desde su origen: apuntar a los premios de la Academia de Hollywood, léase Oscar, y congraciarse con el presidente de los Estados Unidos de América Barack Obama.

Para el primero de los propósitos habrá que esperar un par de meses, sobre lo segundo, cuentan las malas lenguas que Obama lloro, lo cual no da significado alguno. ¿Por qué lloro? Ni Dios sabe.

La historia transita por la vida de un octogenario que trabajo durante 34 años como mayordomo de la Casa Blanca, “sirviendo” a ocho presidentes. El paralelismo del adentro y el afuera es constante y mientras adentro van pasando los presidentes, afuera aparece Martín Luther King y sus luchas por los derechos civiles de los negros, Vietnam, el magnicidio de Dallas en 1963, los panteras negras, etc.

Comienza con un hombre viejo, negro por donde se lo mire, que está sentado esperando, vaya uno a saber que, mientras tanto recuerda, y de su memoria sale el cuento que nos cuenta esta película.

De entrada un golpe por debajo de la cintura, específicamente en el derecho. Estamos en un campo de algodón en los años ‘20 en el sur de los EEUU, una imagen en contrapicado nos muestra dos cuerpos de negros colgando; sin mediar nada un hombre blanco se lleva a una mujer negra, la viola y la devuelve; el marido intenta protestar, el malo, muy malo, lo mata, todo esto a la vista del nene hijo de ambos; la madre del blanco malo se lleva al nene para educarlo como un negro de la casa, o sea aprende a ser servicial. Todo esto sin interrupciones de ninguna naturaleza. Protestas, te matan, lección aprendida.

Desde el discurso que instala bien podría definirse como un ejercicio de revisionismo histórico, desde la acepción de uso del termino de manera peyorativa, o sea a la relectura de los hechos con la idea, manipulación de la historia con fines políticos, comerciales, prescindiendo de cualquier método científico.

Ni en www.rincondelvago.com harían algo así, podría decir resúmenes Leru, pero hay que actualizarse. Todo se podría definir como un catalogo de lugares comunes, golpes bajos, diálogos superfluos, al mismo que tiempo fatuos e inverosímiles. Hasta podría decirse que el grupo de espectadores al que apunta directamente es al hombre medio americano o al intelecto de Forrest Gump, si se quiere.

El mejor de los conflictos que plantea es el que se instala entre el mayordomo, un sumiso servidor por donde se lo mire, y su hijo, quien termina siendo parte de los Panteras Negras, de los que se aleja cuando pasan de la idea a una lucha violenta. Todo un luchador en pos de los derechos civiles de los negros.

El filme se planta casi como una radiografía de la historia del gran país del Norte en la segunda mitad del siglo XX, pero toda la estructura es endeble y pueril.

Lo único que sostiene el interés son las actuaciones, el compromiso corporal de Forrest Whitaker para componer a su Cecil Gaines, más odiable que querible, aunque la intención sea la segunda. Es encomiable súmele la cara de bonachón constipado de manera constante, que termina por ser la figura invisible, delante de él se habla de todo, nadie lo registra, igualito que el James Stevens de Anthony Hopkins.

Oprah Winfrey se roba la película interpretando a Gloria Gaines, la esposa del mayordomo, alcohólica, depresiva, exultante, maniaca. Ambos muy bien acompañados por personajes secundarios como los interpretados por Terrence Howard, o Cuba Gooding Jr.

Lo que queda fuera de registro es la selección y composición de los presidentes, se salva del incendio John Cusack, que hace lo que puede con su Richard Nixon, o la pareja de Alan Rickman y Jane Fonda como Ronald y Nancy Reagan, el resto es patético, casi una caricatura, son grandes y reconocidos actores desperdiciados, Robin Williams, (Eisenhower) Liev Schreiber (Lyndon Johnson) James Mardsen (Kennedy).

Con todos estos elementos el film termina por aburrir, desde la extensión del mismo hasta la falta de un buen guión, convirtiéndose en una simple excusa que intenta mostrar las incidencias de la política de Estado y su influencia en paralelo de la vida cotidiana de los negros, nunca lo logra, lo hace mal, demasiado centrado en un ser casi sin matices e inoperante.

“Duerme, duerme negrito…..”