El maestro

Crítica de Marcelo Cafferata - Lúdico y memorioso

Dentro de los estrenos que se presentan semana a semana en la plataforma www.cine.ar/play y CINEAR TV este jueves es el turno de “EL MAESTRO”, el filme de Cristina Tamagnini y Julián Dabien, que, basado en la figura excluyente del personaje interpretado por Diego Velázquez, cuenta la historia de un típico docente de pueblo enfrentado y sometido a las normas que suelen regir el consabido estigma del “pueblo chico, infierno grande”.

Partiendo de un hecho real –la historia de Eric Sattler-, la historia se ficcionaliza en la figura Natalio, un apasionado docente de pueblo que parece tener una vida apacible y equilibrada. Todavía vive con su madre, extremadamente posesiva y manipuladora, entrometida y digitando su vida personal y mantiene un estrecho lazo con Susana (Ana Katz), quien realiza tareas domésticas en su casa.

El hijo de Ana, Miguel (Valentín Mayor Borzone), es un alumno por el cual él siente un especial cariño que vuelca en cada una de las clases particulares que le da como ayuda escolar, y que sirven, de un modo u otro, de cierto refugio a la violencia que el niño sufre por parte de Hugo, la pareja de su madre.

Arquetipo del machismo más exacerbado, Hugo no logra comprender en absoluto, el vínculo de afecto y de admiración que entabla Miguel con su maestro, quien a su vez le ofrece el cariño, la comprensión y la protección que parece no poder encontrar plenamente en su hogar, en donde la fuerte presencia de la pareja de su madre, tiñe absolutamente todo de una gran dosis de violencia.

El disparador del conflicto de la historia, surge cuando un amigo del maestro, Juani (interpretado por Ezequiel Tronconi), llega a vivir al pueblo y Natalio se encarga primero, de darle refugio y luego, de poder encontrarle un lugar para en donde pueda instalarse.

Sus visitas asiduas a la casa de su amigo hacen que rápidamente comience a flotar en el aire una cierta ambigüedad que el pueblo traduce, casi inmediatamente en rumores que corren como reguero de pólvora, sobre su orientación sexual, una situación que el pueblo jamás aceptaría y menos aún si se trata de la figura de un docente de escuela primaria.

La sombra de la discriminación y la intolerancia –representada en este pueblo salteño pero que no deja de ser el espejo de lo que sigue sucediendo en nuestra sociedad y sobre todo en los pueblos más pequeños en el interior- se hace presente casi de inmediato y la directora del colegio se verá presionada por los padres para que rápidamente Natalio sea separado del cargo. Todo esto sucede, además, en medio de los preparativos de un proyecto junto a sus alumnos, que había ido motivando paulatinamente para poder llevar adelante una puesta de “El Principito” de Saint-Exupéry, para un acto escolar.

La figura de este mítico texto será el vehículo que utiliza el guion de Tamagnini para volver a poner la mirada sobre ciertos valores esenciales que se trabajan en la historia en forma paralela: los vínculos de amor y amistad, la profunda empatía que nace a partir de esos encuentros (sobre todo en la relación Natalio / Miguel), la magnitud que cobran los sentimientos y la supremacía de los gestos por sobre las palabras, todos hechos que van reforzando esa idea de “ser responsable para siempre de lo que has domesticado”.

“EL MAESTRO” vuelve a poner al descubierto la típica hipocresía pueblerina que no acepta la diferencia y funciona sólo dentro de ciertos parámetros estancos a los que cada uno de los miembros de la sociedad, deberá adaptarse para poder lograr ese sentido de la pertenencia que nos es tan necesario.

Si bien el guion dibuja a Natalio dentro de los esquemas y los cánones sobre los que podemos predecir, de antemano, que irá corriendo la historia y sin apartarse demasiado de los esquemas que se plantean en un relato como éste, enfocado a la discriminación y la intolerancia – que ya fuera contada por el cine en otras ocasiones-, el detallado y preciso trabajo de Diego Velázquez en la construcción de su personaje, hace que tanto el protagonista como la propia historia que no logra desmarcarse de ciertos lugares comunes, tomen una dimensión especial y consolida el producto.

Velázquez, de consagrados trabajos junto a directores de gran trayectoria teatral (sólo por mencionar alguno de sus trabajos “Estado de Ira” e “Invocación Stanislavsky” junto a Ciro Zórzoli, “El escrito fracasado” dirigido por Marilú Marini, su ductilidad en “Miedo” de Ana Frenkel, “La Terquedad” de Spregelburd o propuestas dentro del circuito comercial como “Cock” dirigido por Veronese), ha logrado abrirse camino con sus personajes cinematográficos, fundamentalmente a partir de su impecable protagónico en “La larga noche de Francisco Sanctis” y lo hemos visto recientemente junto a Valeria Bertucelli en “La reina del miedo”, como contrafigura de Oscar Martinez en “La misma sangre” y en proyectos más independientes como sus participaciones en “Familia Sumergida” de María Alché o en “Camping” de próximo estreno.

Su trabajo es realmente impecable, sin estridencias ni desbordes, sino por el contrario, de una gestualidad medida y trabajada en los detalles, acompañado por Ana Katz y Ezequiel Tronconi, con pequeñas intervenciones que ayudan a dar avance al relato, que más allá de las convenciones, logra poner en pantalla una historia que invita a reflexionar sobre los prejuicios, los deseos contenidos y las dificultades que aparecen frente al intento de ocupar el verdadero lugar de cada uno, lidiando con la intolerancia y la homofobia que se despierta en los demás, una de las tantas aristas que presenta esta valiosa mirada que aporta “EL MAESTRO”.

POR QUE SI:

«Pone al descubierto la típica hipocresía pueblerina que no acepta la diferencia»