El loro y el cisne

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

En qué baile me metí...

Sobre el director: Nació en Buenos Aires, en 1978. Dirigió La prisionera (2006, con Fermín Villanueva) y Castro (ganadora de la Competencia Argentina en el BAFICI 2009). Como montajista trabajó con Mariano Llinás, Albertina Carri y Juan Villegas, entre otros.

En este nuevo trabajo del director de Castro conviven -no siempre con armonía- varias películas: es un film sobre la danza (y las compañías de danza); sobre el cine (con un equipo de rodaje que está haciendo un documental sobre ballet contemporáneo y “vanguardista”); y, finalmente, sobre el amor entre personajes que vienen bastante golpeados por la vida.

El problema principal de El loro y el cisne es que las escenas de danza (y sobre la trastienda de bailarines y coreógrafos) no son particularmente inspiradas y, por lo tanto -sobre todo durante la primera mitad- resultan demasiado largas. El protagonista, Loro, un sonidista abandonado por su novia (que se va llevando progresivamente cosas de la casa que compartían), es poco atractivo; y el humor con que se aborda el mundillo del cine (con las imposiciones de los productores extranjeros) tampoco resulta particularmente ingenioso.

Sin embargo, en la segunda parte aparece en escena Luciana, bailarina de una de los troupes de danza-teatro retratadas en el documental en que Loro participa, y la película adquiere una dimensión humana, una intensidad emocional y un humor negro y absurdo que mejoran bastante la cosa. Entre ellos hay una creciente atracción, pero tampoco pasa demasiado. Hasta que, después de unos meses, ella vuelve embarazada. Ambos deberán enfrentarse a sus nuevas realidades y tomar decisiones de vida que venían postergando.

Como siempre, Moguillansky hace gala de un indudable virtuosismo y de una gran libertad formal (se permite, por ejemplo, insertar una escena dentro de otra). Hay momentos, atisbos, irrupciones de gran cine dentro de una película algo caótica, derivativa, mutante, que tarda mucho en encontrar un eje que pueda sostener el relato. Cuando lo hace -quizás un poco tarde y con una trama algo convencional de comedia romántica (el chico que sale corriendo a encontrar a la chica)- la película nos sumerge en ese universo de sensaciones íntimas de gente que sale de su encierro interior en busca del amor.

(Esta reseña fue publicada durante la cobertura del BAFICI 2013)