El loro y el cisne

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Inclasificable y seductora

Son múltiples las lecturas que la nueva película de Alejo Moguillansky (ganador de la competencia argentina del Bafici 2009 con Castro) propone. Lo que empieza como una clásica historia de cine dentro del cine termina en el terreno de la comedia romántica, previo paso por una serie de situaciones bien diversas que incluye el resumen argumental del famoso ballet de Chaikovski El lago de los cisnes -cuya trama se entrelaza cuidadosamente con la de los protagonistas de la película de Moguillansky-, los exóticos ensayos de un grupo de danza contemporánea (los Krapp, referencia muy importante del teatro argentino independiente de los últimos años) y hasta algunas entrevistas improvisadas que terminan en flirteos románticos que no prosperan demasiado.

Lo que atrapa de El loro y el cisne es la habilidad del director para lograr una convivencia armónica entre varios registros distintos y su inquebrantable apuesta a un humor ligero y juguetón. Ya en Castro Moguillansky había exhibido sin tapujos esa voluntad lúdica, pero esta vez ha sumado también una serie de capas temáticas que enriquecen mucho la narración. Aparece, por caso, la alusión a las dificultades que enfrenta cualquier colectivo de artistas independientes en esta parte del mundo, un tema que también atravesaba la exquisita obra Por el dinero, estrenada este año en el Centro Cultural Rojas.

En este caso, las exigencias para el bizarro grupo de trabajo integrado por un director superado por las circunstancias (gran trabajo de Walter Jakob), un taciturno sonidista que termina una relación y se embarca de inmediato en otra con una bailarina a la que transforma en su propia Odette y un productor extranjero agobiado por las presiones de una productora bautizada oportunamente Capone terminan desarticulando un proyecto de filmación de por sí anárquico. Al tiempo que la historia de amor se va desarrollando con candidez y sensibilidad, debajo de la superficie circula un discurso consistente sobre una manera de entender el trabajo artístico, más relacionada con los impulsos vitales que con las fantasías del éxito en la taquilla y los pingües negocios.