El llanero solitario

Crítica de J. Del C. - Ámbito Financiero

El Llanero vuelve con gozosas exageraciones

Nacido en la radio, sucesivamente expandido a la historieta, la TV y el cine, el Llanero Solitario siempre vuelve. Asi tenemos otra vez la vieja historia del joven y su hermano víctimas de un sanguinario, la salvación gracias a un indio, y la transformación en héroe enmascarado. Pero con pequeñas variantes.

Por empezar, quien cuenta toda la historia es el indio, que, ya viejo, exhibido en un diorama como noble salvaje del pasado, aprovecha para describirse más inteligente que el Llanero. Hasta el caballo es más inteligente, al menos hasta que el otro se decide a cambiar. Y acá viene otra diferencia. En sus versiones clásicas, el héroe desarmaba al facineroso, lo arrestaba en procedimiento impecable y lo entregaba para ser legalmente juzgado y condenado. Acá nuestro héroe, de a poco, sin matar directamente a nadie, se hace más expeditivo en eso de aplicar la justicia. Sobre todo porque no hay ningún juez, el poder lo tiene un absoluto crápula, y él debe enfrentar no solo a los marginales, sino también al tipo que simboliza el orden y progreso de la región. Nada nuevo en el western, pero sí en el Llanero.

El resto son novedades formales, gozosas exageraciones argumentales y digitales (Industrial Light & Magic a la cabeza), varios hilos sueltos y eso que esto dura mucho más de lo necesario, música de Hans Zimmer ampliamente superada en emoción cuando al fin suena la Obertura de "Guillermo Tell" (grande, Rossini, aunque el arreglo sea reiterativo), un lindo caballo blanco que se luce poco (en verdad son cuatro de Bobby Lovgren, el entrenador de "Caballo de guerra"), admirables paisajes naturales de los Monument Valley, el Cañón de Chelly, Angel Fire y otros territorios hoy administrados por los navajos (si bien esta historia nos presenta comanches, y los términos winnigo y kemosabi son algonquinos, como que el cuento nació en Detroit), y, lo principal, un personaje estrambótico más para la galería de Johnny Depp.

Al respecto, el indio se llama Tonto, que en potawatomi significa Solitario, pero en el mercado hispanohablante se lo rebautizó Toro. Eso venía bien en las películas y series con Clayton Moore y Jay Silverheels, porque éste era un señor boxeador de origen mohawk. Pero es ridículo decirle Toro al escuálido de Johnny Depp. No importa, el modelo para su caracterización es todavía peor: un lienzo de Kirby Sattler con un flaco pintado que parece el bailarin Kazuo Ono con pajaritos en la cabeza.

Ultimo detalle: dos de los tres guionistas vienen de "Piratas del Caribe". El director es el mismo, y también la produce en sociedad con Depp, que además hace trabajar a su mujer (que hace otro personaje estrambótico). Hay un caballo cervecero, conejos carnívoros, pero el bicho principal de todo esto es una vaca. Estos tipos tienen la vaca atada.