El lince perdido

Crítica de Pablo Raimondi - SI (Clarín.com)

Fauna animada

El lince perdido se aleja del lenguaje exclusivamente infantil. Es una película de aventuras tanto para grandes como para chicos (no tan chicos) donde su protagonista es Félix, un felino que peca entre la ingenuidad y una constante mala suerte que lo acecha.

Para evitar la depredación de las especies, en mano de los cazadores furtivos, este lince es atrapado y puesto en cautiverio en un centro de recuperación del parque de Doñana, un espacio natural protegido que se ubica en Andalucía, España. Allí conocerá a sus futuros compañeros de aventuras: la cabra Beea, un halcón hembra (Astarté) y Gus, u no de los personajes más histriónicos del film: un camaleón –al que le cuesta mimetizarse con las cosas- y que además sufre de continuas paranoias donde piensa que todo es una gran conspiración.

Félix además conocerá el amor, cuando una lince (Lincesa) llega al centro de Doñana y es presentada a su futuro compañero. Pero la tranquilidad del lugar de reclusión se quiebra en el momento que un ejercito comandado por Newmann, un cazador despiadado, intenta secuestrar a todos los animales para llevarlos a un arca, cuyo dueño es –¡oh! casualidad- un anciano con un pasado oculto llamado Noé. Y Lincesa cae en sus garras.

Desde ese momento, la película -apadrinada por Antonio Banderas quien la coprodujo desde su compañía Green Moon- será una persecución constante para poder liberar a la felina. Tanto a Félix como a sus amigos se sumará el topo Rupert, personaje clave en la trama, quien contrasta cualidades (positivas y negativas) para convivir entre el mundo subterráneo y la superficie.

Guiños a la tecnología como un Newmann adicto a su teléfono celular, o la vanguardista arca mecánica, se mezcla innecesariamente con el maltrato del cazador hacia su grupo de trabajo, compuesto por seres similares al de la película 9, producida por Tim Burton.

Esta film, que dura 90 minutos, se podría haber resuelto en una hora. Poco a poco desgasta recursos narrativos y cae en lugares comunes. Y así el guión se diluye forzando a un pobre desenlace. La repetición de situaciones (enfrentamientos, discusiones y persecuciones) hace que el film entre en una meseta cuyo último respiro, es el fin de la proyección.

Según la crítica, El lince perdido es la mejor película española animada de la historia del cine de ese país. La gesticulación de los personajes y las ambientaciones (desde las áridas sabanas hasta opresivos ambientes fabriles) mete al espectador en un mundo de animación. Y nada más.