El libro de los secretos

Crítica de Juliana Rodriguez - La Voz del Interior

Un apóstol armado

Los hermanos Hughes (Desde el infierno) arremeten esta vez con un western futurista, que empieza con tremendas escenas de acción (tres luchas, miembros lacerados y varios litros de sangre en apenas la primera media hora) y se transforma paulatinamente en una historia de mística y redención, para iluminar un probable devenir desde un presente sórdido.

Han pasado 30 años de la última gran guerra, que dejó a la tierra desolada, abrasada por el sol, y a sus habitantes muertos, ciegos y apenas unos pocos sobrevivientes. En ese escenario, un caminante, como se auto define este cowboy errante (Denzel Washington), tiene como misión ir siempre hacia el oeste. En las rutas no vuelan cantos rodados, sino chatarras viejas, los bandidos cabalgan motocicletas y en las cantinas la bebida más valiosa es el agua. La poca humanidad sobreviviente sufre de sed, soledad e ignorancia, mientras que los poderosos sólo ansían encontrar “el” libro cuyas palabras les permitirán dominar a los más débiles.

En su trayecto, el caminante (otra vez, Denzel en rol de héroe solemne y omnipotente), se encuentra con Carnegie (Gary Oldman), un tirano que busca aquel libro sagrado para conquistar y controlar multitudes. De él huye el caminante junto a Solana (Mia Kunis, la actriz de That 70’s Show), una joven a la que decide proteger, y lo más parecido a una promesa de un futuro (otra vez, como los últimos filmes de Denzel, héroe siempre célibe, la relación entre ambos es casi paternal).

La fotografía de la película es la gran clave de la narración para pintar este mundo árido, sin esperanzas, tormentoso (que evoca a filmes desde Mad Max a Soy leyenda), en el que el caminante se abre paso, impulsado por la fuerza bruta y los versículos bíblicos. Washington, por su parte, aporta su estampa de guerrero-profeta-justiciero entre tanta incivilización, mientras que Oldman añade el toque de malo (caricaturesco, por momentos) y Kunis se pone en la piel de la heroína que nunca se despeina. Algunas intervenciones breves de Tom Waits o Malcom McDowell condimentan con caras raras el periplo.

Así, el filme de los Hughes es certero en su relato de acción y aventura, en sus imágenes de un futuro estéril, y en el desarrollo de las convenciones de western. Sin embargo, el giro místico y evangelizador con el que pretenden poner una luz entre tanto apocalipsis desliza la historia hacia lugares comunes y, hacia el final, desemboca en la salida más fácil.