El libro de la vida

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Mucho más que dibujos animados para chicos

Admirable ostentación de artes plásticas, entretenimiento sólo medianamente previsible, notable mezcolanza de criterios y culturas, amplio juego de paradojas, "El libro de la vida", referido a una aventura entre los muertos, es algo más que un dibujo para chicos. Mucho más.

Vamos a la historia. Niños molestos son introducidos en la parte desconocida de un museo, donde una agradable rubia les descubre el rico y colorido encanto del arte mexicano, y les cuenta una historia. La historia del desafío de Catrina, señora de la Tierra de los Recordados, donde todo es fiesta, y Xibalba, señor de la Tierra de los Olvidados, inframundo gris de tristeza y depresión. Ellos apuestan sobre el futuro de tres niños, amigos entre sí: el decidido hijo de un héroe militar, el sensible guitarrista obligado a ser torero como sus ancestros, y la hermosa y adelantada niña por cuyo corazón suspiran ambos chicos. ¿Quién lo conseguirá, cuando sean grandes?

Cuando la historia termine, todos habrán aprendido algo, salvo Catrina y la niña, que de entrada se las saben todas, como, ya tradicionalmente, pide el actual público femenino. Otras son, en cambio, las tradiciones que enriquecen esta obra: las leyendas del "Popol Vuh", el viaje de Orfeo en busca de su amada, la celebración popular del Día de los Muertos, los muñecos de madera y las calaveritas de caramelo, los dibujos de Guadalupe Posada y sus colegas, también los dibujos Disney de cuatro dedos y duende bromista y bonachón (en este caso, un grandote de cera y algodón), amén de siglos de enriquecedora mezcla de indigenismo, hispanismo y gringuería, la propia tradición de caricaturas cariñosamente burlonas y coloridas del autor de todo esto, y un largo etcétera.

El autor es Jorge R. Gutiérrez, el de "Mucha lucha", "El Tigre: las aventuras de Manny Rivera" y otras mezclas de pop latino, ilustrador que aquí luce imágenes de maravillosa elaboración gracias a un equipo encabezado por su esposa Sandra Equihua, su paisano Guillermo del Toro, gran fantasioso acá en rol de productor junto a los capos de dos empresas chicas (Reel FX y Chatrone), Doug Langdale, coguionista, Paul Sullivan y Vladimir Varela, diseñadores de arte y producción, y Gustavo Santaolalla, que armó unos lindos temas con Paul Williams e insertó otros anglosajones de diverso mérito, a veces dándoles un toquecito ranchero, como aporte a la mezcla de culturas, y a la penetración cultural mexicana en el mercado yanqui. Primera victoria: lograron que 20° Century Fox pusiera la plata y asumiera la distribución mundial.

Al respecto, allá se escucha en inglés, acá en español. Diego Luna y Kate del Castillo actúan en ambas versiones, Sandra Echeverría es tan buena como Zoe Saldaña, así que nada de qué quejarse. Igual sería interesante escuchar al tenor Plácido Domingo haciendo en inglés la voz de un bisabuelo español. No faltará oportunidad. Más difícil será conseguir a bajo precio el libro con las preciosas ilustraciones de la película (y totalmente fácil, ver en la web un hermoso corto sobre ese asunto de los muertos fiesteros: "Hasta los huesos", de René Castillo). Ultimo dato: si se lee con atención la lista de créditos finales, se descubrirá la presencia de una tal Catrina en el equipo. Curiosamente, es la encargada de Recursos Humanos.