El legado del diablo

Crítica de Marisa Cariolo - Cinergia

Terrorismo emocional

Pocas veces sentimos el aroma a clásico cinematográfico al ver una película por primera vez y eso es lo que ocurre con Hereditary, (o El legado del diablo). Desde su primera imagen ya nos invita a admirar de su maravillosa fotografía a cargo de Pawel Pogorzelski. El debutante director (en largometraje) y guionista Ari Aster nos brinda un tópico conocido, pero lo resignifica de una manera sublime.

Toni Collete será la encargada de interpretar (y de una forma digna de todos los galardones que existan) a una mujer notablemente afectada por la muerte de su madre. Quien vera como este duelo la lleva a las puertas de conceptos tan ajenos a ella como el espiritismo y la invocación de los ausentes. Todo esto atravesando una dinámica familiar tan endeble como su salud mental que incluye a un hijo adolescente (interpretado por Alex Wolff), un marido complaciente (Gabriel Byrne) y una inquietante hija menor (Milly Shapiro) que requiere cuidados especiales constantes.

Annie Graham trabaja en la realización de miniaturas, perfectas reproducciones de ámbitos cotidianos en una escala reducida. Ari Aster trabaja de la misma forma que ella, con cuidado en los detalles y manipulando materiales nobles logra retratar de forma fidedigna la tenue línea que separa la sanidad mental de la alienación inminente. Y al igual que Annie nos iremos sumergiendo en ensoñaciones que cada vez nos parecerán tan aterradoras como humanas. El duelo, la familia, la tradición y el linaje son los elementos que continuamente delimitaran el accionar de la protagonista en un eterno devenir por no perder la cordura.

Annie, desesperada por no lograr llevar adelante el duelo de la perdida de su madre asiste a un grupo de ayuda a deudos donde conoce a la apacible Joan (Ann Dowd, la mismísima Tia Lidia de Handmaids Tale), quien la acompañara en este nuevo sendero. Sin embargo los secretos de la vida de su fallecida madre comienzan a materializarse en la rutina de Annie llegando a transformar toda su vida para siempre.

Luego de su presentación en Sundance muchos catalogaron a este film como una nueva El exorcista para los tiempos que corren y la comparación no es de ninguna forma exagerada. El ambiente de creciente opresión y de inminente quiebre es manejado a la perfeccion por Ari Aster apoyándose en un elenco sin fisuras interpretativas.

El film puede dividirse en dos grandes actos: el primero dedicado a la elaboración del duelo de Annie y el segundo con un marcado tono sobrenatural y macabro. Pero en ambos casos el clima es tan intenso que termina sumergiendo al espectador en una sensación de agobio como pocas veces se ha visto en el cine de género moderno.

El legado del Diablo se convierte así en una cita obligada para los amantes de una narración intensa, vivida y asfixiante. Una verdadera clase maestra del cine de suspenso y terror que resignifica lo mejor del genero.