El legado de Bourne

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Hay casi una máxima que reza que lo primero para realizar un buen filme es tener una buena idea, pero los siguientes pasos serían cómo se desarrolla esa idea, cómo se construye el guión y cómo se plasma en el celuloide.

A sabiendas que Matt Damon no acepto realizar una cuarta entrega de su personaje Jason Bourne, y que del proyecto también se separo Paúl Greengrass, el director de las ultimas dos películas, se tuvo el, en principio, buen criterio de continuar con la saga con otro personaje en contacto directo con el principal, pero sin entrecruzamientos forzosos, de ahí que el nombre del filme sea prometedor.

Pero la promesa comienza a diluirse cuando el texto tarda casi una hora en poder delinear el argumento. Durante ese tiempo todo es demasiado confuso, la presentación del personaje principal, Aaron Cross (Jeremy Renner) no esta del todo bien constituido y las motivaciones no aparecen del todo justificadas. Apenas sabemos que él tratará de sobrevivir a todas las situaciones, trampas y atentados a las que es expuesto. No sólo ignora que lo que sucede, al espectador le sucede lo mismo, y parece que en la misma situación se encuentran el director y su coguionista quienes sólo tomaron la idea, los personajes y algunas situaciones, aquellas que supo delinear el autor de las novelas, Robert Ludlum, pero que aquí brilla por su ausencia.

A eso se le suman los otros personajes, poco delineados en principio, y menos desarrollados luego, a excepción de la Dra. Marta Shearing (Rachel Weisz) que cumple con ambas variables, debido a su buena construcción e interpretación. Se trata de una bióloga experta en insectología que se ve involucrada en situación de espionaje internacional, poniendo incluso en riesgo su propia vida.

Ni siquiera el encuentro de ambos, Cross y Shearing, esta expuesto claramente, menos aun debidamente justificado. Ni siquiera en forma similar a lo que sucede con los personajes Bourne y Marie (Franka Potente) en la primera, o la relación Jason con Nicolete (Julia Stiles) en la tercera entrega, lo que ya se empezada a delinear en la segunda entrega y había sido presentada al final de la primera.

En este caso el encuentro entre ellos sólo se da porque resultaba necesario para emparentarla con las otras películas y para el desarrollo de este relato. En cambio posiblemente sea un poco más verosímil la necesidad de Aaron de encontrar a la Dra. Shearing, pero como llega a ella será siempre un misterio.

Jason Bounre fue lo más cercano a James Bond como construcción de espía que había producido el cine de Hollywood, con el personaje actual, casi un Rambo cualquiera, vuelve a rezagarse varias décadas.

Jason Bourne necesitaba desentrañar un misterio a partir de una amnesia postraumática, producida como consecuencia de una situación de que había vivido, aquí, en cambio, Cross sólo corre para sobrevivir, no existe esa motivación en forma de interrogante que sostenía la curiosidad del espectador de manera casi promiscua.

Lo mismo ocurre con los antagonistas, Por un lado aparece el coronel Eric Bayer (Edward Norton), quien por momentos es en demasía dubitativo como por otros es insustancial, tanto respecto del personaje como de la caracterización que impone el actor. Lo propio sucede, desde lo insípido de la incorporación, de Mark Turso (Stacy Keach) como alguien que se retiro del programa, vaya uno a saber por qué razones.

Todo en realidad parece estar puesto al servicio de las escenas de acción que, por supuesto, son de una manufactura impecable, en la que Tony Gilroy, el realizador, parece moverse como pez en el agua, lo que no estaría determinando otra cosa que es un buen director técnico, pero sin alma.

El filme es eso, frío, técnico, calculado, no hay clima, no hay suspenso, no promueve la curiosidad, todo es demasiado previsible. Así como dentro del texto todo es excusa para la sensación adrenalínica de las persecuciones y la violencia glamorosa, el producto en si mismo es una excusa para engrosar las arcas de los productores apoyándose en el éxito bien justificado de las tres anteriores.

A punto tal de incluir personajes importantes de las anteriores en función de casi un “cameo” de sí mismos, sin un cierre en sus subtramas, igual que el final abierto de esta historia, lo que daría a pensar en una continuación, dependiendo seguramente del balance monetario de esta experiencia.