El lado salvaje

Crítica de Sebastián Arismendi - Cinergia

Instinto animal en el lugar indicado

Todos llevamos un animal adentro, al menos la biología nos ve igual que el ser sin conciencia. Nuestros instintos nos ayudan a sobrevivir, pero también sacan lo peor, es en la naturaleza donde se pone a prueba nuestra humanidad y se nos deja el campo abierto para ser civiles o ser bestias.

Los paisajes de la Patagonia han sido retratados en la carrera cinematográfica del director Juan Dickinson. Y, a pesar de ser un territorio despoblado, no significa que no tenga historias por contar, en especial en el cine nacional cuya tradición y recorrido se ha enfocado en la ciudad de Buenos Aires.

El lado salvaje es su más reciente película, en ella expone las relaciones padre-hija en un ambiente que parece calmo, pero que esconde bestias internas.

Vanessa González es la protagonista de esta historia, en ella esconde la introspección y el rencor, y este bosque patagónico hará que tome decisiones: dejar a un lado aquellos recuerdos o seguir acarreándolos.

El lado salvaje posee una tensa calma que irá incrementando de a poco, su mayor misterio se esconde entre los pinos, hay rugidos y ladridos que se oyen, pero no se saben si están cerca o lejos. La fotografía aprovecha la luz natural para dar realismo, pero también tonos otoñales que dan el toque lúgubre.

El film es monótono y no tiene grandes emociones sino hasta los últimos minutos, sin embargo, se van develando detalles al comienzo que darán indicios de que la amenaza no es animal sino humana.

Dickinson pudo aportar más emoción para enganchar más al espectador, pero eligió la serenidad actual de cine argentino, dramas que se cocinan lento, aunque no necesariamente quedan bien cocidos.