El lado peligroso del deseo

Crítica de Juan Ignacio Novak - El Litoral

La tentación tras la puerta

El crítico Steven Jay Schneider sostiene que “el de ‘invasión de hogar' es un subgénero que se remonta a D. W. Griffith”. Lo cierto es que sus variantes aparecen en “La naranja mecánica” (1971) de Stanley Kubrick, “Perros de paja” (1971) de Sam Peckinpah, “Funny Games” (1997) de Michael Haneke y “La habitación del pánico” (2002), de David Fincher. Y es la premisa que elige el director Eli Roth -conocido por ser el creador de “Hostel” y actor de Tarantino en “Death Proof” y “Bastardos sin gloria”- para desarrollar “El lado peligroso del deseo”, cuyo título original “Knock Knock”, es menos revelador pero más acorde a la esencia de la película, donde mezcla el thriller de terror con algo de gore.

Evan Webber (Keanu Reeves) es un arquitecto al que, se nota, le va muy bien. Le gusta su trabajo, tiene una casa confortable diseñada por él mismo, edificada en un barrio idílico y una familia aparentemente perfecta que parece extraída de una publicidad. Sin embargo, una noche de tormenta en que se queda solo, dos mujeres jóvenes y atractivas (excelentes Lorenza Izzo y Ana de Armas, quienes exprimen todo su encanto latino) golpean su puerta. Despliegan entonces una estrategia de seducción y progresivamente empiezan a irrumpir, a través de un juego perverso, en el mundo cómodo y ordenado de Evan, hasta convertirlo literalmente en un infierno, con torturas físicas y psicológicas incluidas.

“Knock Knock” (usaremos en adelante el título en inglés, por el motivo ya expuesto) arranca como somera exploración de los deseos prohibidos y las fantasías sexuales de un hombre de mediana edad con varios años de matrimonio (justo el doble de los que llevaba Tom Ewell cuando se queda solo en su casa y enloquece por su vecina de arriba, Marilyn Monroe, en “La comezón del séptimo año”, dirigida en 1955 por Billy Wilder). Pero pronto evoluciona hacia el terror, con alguna resonancia de “Atracción fatal” (aquella joya comercial de 1987, con Michael Douglas y Glenn Close), sobre todo cuando pone énfasis en la pesadilla que supone para el protagonista el inevitable tambaleo de su tranquila vida debido a una (en este caso doble) infidelidad. No hay conejos hervidos, pero no hacen falta para que el público se remueva incómodo.

Notable ejercicio

Sin embargo, la referencia más concreta de la película de Eli Roth es un film de exploitation de finales de los ‘70 llamado de argumento similar: “Death Game” (1977), de Peter S. Traynor. Allí, Collen Camp y Sondra Locke (que en “Knock Knock” figuran respectivamente como productora y productora ejecutiva) eran las protagonistas, junto a Seymour Cassel, conocido desde fines de los ‘60 por sus trabajos con John Cassavetes.

Hay que reconocer que tras su velo de film de género, “Knock Knock” ensaya una mirada más o menos ácida sobre el uso desmedido e irresponsable de las nuevas tecnologías (en particular las redes sociales), la hipocresía social y las posturas extremas relacionadas con el machismo y el feminismo. Pero todas estas cuestiones apenas están bosquejadas, expuestas de modo superficial, como si a los realizadores no les importara tanto ahondar en ellas. Roth, contenido en su veta más visceral y en el uso de la violencia gratuita que eran su marca registrada en “Hostel” y en los demás trabajos que realizó hasta el momento como director y guionista, abre muchos interrogantes pero no responde ninguno, o apenas deja algunas medias respuestas. Lo cual supone un ejercicio estimulante para el espectador, obligado a sacar sus propias conclusiones, que no son en modo alguno tranquilizadoras. Aunque todo se subordina al entretenimiento, a los giros sorpresivos sobre los que está vertebrada la trama, y en este sentido es honesta, “Knock, knock” es un producto que sin desdeñar los clichés del género, logra elevarse por encima de la media.