El lado peligroso del deseo

Crítica de Cecilia Sanchez - La Voz del Interior

Mejor no atiendas la puerta:

El lado peligroso del deseo es el el nuevo thriller de horror de Eli Roth protagonizado por Keanu Reeves.

Sos un tipo fiel y felizmente casado hasta que llegan dos chicas hermosas a tu casa una noche en que tu familia no está. El lado peligroso del deseo (Knock knock, en su título original), la nueva película que protagoniza Keanu Reeves, parte de esa propuesta para construir un thriller de terror aleccionador sobre los riesgos del adulterio.

El mal, en este caso, es encarnizado por las bellísimas Ana de Armas y Lorenza Izzo, que se presentan en la casa de Evan (Reeves) cuando se queda solo un fin de semana largo. Está diluviando, las chicas están perdidas, empapadas y sin teléfono. Qué más puede hacer el hombre que hacerlas pasar para que llamen un taxi. La esposa e hijos de Evan están de viaje y, como quien no quiere la cosa, en seguida comenzará un juego de seducción del que el protagonista no podrá (o no querrá) escapar.

La historia, escrita y dirigida por un habitué del género como es Eli Roth (autor de la saga Hostel), se inscribe en la categoría de filmes que encabezó la Atracción fatal de Adrian Lyne: un traspié extramarital que podría quedar como simple anécdota para el asado con amigos se puede convertir en tu peor pesadilla cuando te cruzás con un maniático. Sin embargo, Roth da un paso más allá y eleva el grado de demencia de los victimarios a una altura que por momentos resulta caricaturesca, dejando la película a medio camino entre la comedia negra y el terror más puro, pero sin hacer pie en ninguno.

Entre los desaciertos del guion, cuesta entender por qué esas mujeres están ahí y qué razones tienen para lo que hacen. ¿Venganza? ¿Sometimiento? ¿Dar una lección? Queda clara la incapacidad de Evan por controlar su deseo, pero al mismo tiempo resulta inexplicable su insolvencia a la hora de defenderse del ataque. La arremetida es tecnicolor: las chicas tienen energía no sólo para hacer tríos sexuales, sino también para bailar, destrozar muebles, hacer maquetas humanas, cavar pozos y jugar a maquillarse y cambiarse la ropa. Todo ello sin dormir.

Menos es más. Alex Forrest (el inolvidable personaje de Glenn Close en Atracción fatal) estaba poseída por el amor. Esa era su maldición. No le hacía falta despedazar una casa para arruinarte la vida, con sólo meter un conejo en la olla bastaba para horrorizarte.