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Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Una película de mirada costumbrista que tiene una primera parte previsible, de situaciones reconocibles, el hastío de un trabajo rutinario, el sueño del cuentapropismo, las deudas por la vivienda y la nostalgia barrial asomando rápidamente. Toda una realidad que choca con un mundo sin escrúpulos donde casi todos se aprovechan del engaño y practican el sálvese quien pueda, frente un protagonista capaz de seguir con una posición moral que tendrá su justicia poética. Desde la mitad en adelante comienza un clima de agobio y el respiro de no “tener salida” que en vez de caer en la desesperación final se encamina a un barajar y dar de nuevo. En un proyecto hecho a pulmón, Pablo Echarri le pone el hombro, su talento y es la película, junto a un ladero de fierro que es Roly Serrano. A su lado una esposa un poco desfasada en edad para ser la compañera de Echarri, un personaje desdibujado, una suegra graciosa, encarnada por Georgina Barbarrosa y un vecino engañador a cargo del siempre eficaz Mario Alarcón. Con momentos logrados y cierto encanto.