El kiosco

Crítica de Bruno Calabrese - Cine Argentino Hoy

Un drama costumbrista sobre una realidad que agobia. Crítica de “El Kiosco”
CINE, COMEDIA, CRITICA, ESTRENOS
“El Kiosco” nos cuenta la historia de Mariano (Pablo Echarri), quien decide renunciar a su trabajo de oficina e invertir sus ahorros en la compra de un kiosco en el barrio de su infancia. por Bruno Calabrese

En su primer largometraje como director, Pablo Gonzalo Pérez nos trae un drama con toques de comedia muy actual y acorde a los tiempos económicos-sociales que se viven. Por Bruno Calabrese.

En el año 1983, Fernando Ayala, dirigió la película “El Arreglo”. En ella refleja la realidad que se vivía en un barrio humilde de la provincia de Buenos Aires. La llegada del agua corriente provoca una revolución en los habitantes, pero el conflicto surge cuando, por problemas de los límites del municipio, unos vecinos no pueden acceder al beneficio. Uno es Luis (Federico Luppi), un padre de familia recto y honesto, que no acepta el pedido de coima por parte del capataz de la obra (Rodolfo Ranni) para poder acceder al servicio. Esta situación le trae problemas a Luis. Enfrentamientos con vecinos y hasta con su entorno familiar por mantenerse firme en su postura de no torcer el brazo ante la maniobra fraudulenta.

La película es un clásico del cine argentino. En la misma, el director describe con trazos sencillos y bajo presupuesto un importante fresco costumbrista de época. Describe bien el lugar y época sino un modelo de familia y de relaciones interpersonales, a través de la ambientación y las actuaciones actorales, ambas excelentes en cuanto a realismo. Pero el tema central es la intransigencia de un individuo ante su principio moral (no pagar por un arreglo ilegal, no aceptar sobornar) mientras el resto del grupo lo pasa por alto por razones de comodidad y utilidad.

En la misma línea que Fernando Ayala, Pablo Gonzalo Pérez construye en “El Kiosco” un escenario similar, pero en un contexto político, económico y social diferente. El director, a través de planos fijos, (un semáforo, una calesita, casas despintadas y un papel de caramelo de una marca reconocida) presenta un barrio típico de clase media. El sonido del tren de fondo nos presenta a otro actor clave dentro del conflicto. Luego conocemos a Mariano, 46 años, en una autopista, llena de autos con una radio de fondo donde el locutor describe la situación económica del país. El gesto adusto de Pablo Echarri nos retrata a un personaje cansado, triste, rumbo a su trabajo rutinario en una oficina de una empresa. Notamos su insatisfacción, en el tono de voz, en su trato con la gente. Salvo cuando llega al oasis de su hogar, con su esposa (pintora) y su hija.

La oportunidad de un retiro voluntario con su respectiva indemnización despierta en Mariano ganas de darle un giro a su vida. A la par, en su barrio de la infancia, Don Irriaga (Mario Alarcón) pone en venta un kiosco. El lugar donde Mariano cobija recuerdos de esa niñez perdida, sin preocupaciones, donde solo con su pelota de goma “Pulpo” era feliz. Hoy, ya es adulto, tiene que trabajar para mantener su casa, pagar una hipoteca, una hija en edad escolar, acompañar a su esposa para que cumpla su sueño de vivir del arte. El Kiosco funciona como metáfora, de esos tiempos que pasaron y no volverán pero que Mariano se resigna a perder, sobre todo con una realidad que lo golpea y lo hace añorar ese tiempo pasado.

Con ayuda familiar e indemnización, decide arriesgarse y comprar el kiosco. De esta manera da un giro a su vida, el que tanto deseaba. Pero todo se complica cuando la municipalidad del barrio decide cortar la calle donde está ubicado el kiosco para la construcción de un viaducto por debajo del paso nivel del tren.

Es ahí donde surge el conflicto de la película, Mariano, comienza a buscar la manera de sobrevivir ante los imprevistos. Los conflictos familiares, las trampas, el intento por subsistir, propios de un contexto que no ayuda y que a Mariano lo agobia cada día más. Que dificulta a una sociedad oprimida por las exigencias impuestas por el sistema, pero no para pertenecer a un status quo, sino simplemente para poder tener un techo, para ser feliz, para tener una estabilidad económica y emocional que nos permita desarrollarnos como humanos. Al igual que en “El Arreglo”, todo ese contexto se ve mezclado con los conflictos morales de Mariano, quien no quiere dejarse llevar por la supervivencia a cualquier costo y la tentación de la trampa y engaño.

La película aborda todos esos conflictos de manera interesante, con un Pablo Echarri cuyo papel de chico de barrio, humilde, le sale a la perfección. Un rol que le exige poco esfuerzo y en el que ya lo hemos visto varias veces. La parte cómica corre por cuenta de Roly Serrano en el papel de Charly, el pizzero del barrio, pero que a la vez se la rebusca como curandero (cura empacho y mal de ojos) y lo ayuda a buscar diferentes alternativas para salir adelante con el kiosco. A él se suman las intervenciones de Georgina Barbarrosa (Suegra de Mariano) aportando un poco de frescura a un contexto dramático muy afín a cualquier ciudadano. Con algunas referencias actuales como el famoso “Si sucede conviene”, burlándose del autoayuda y críticas a la vertiginosidad de la industria, (Buena la elección del nombre de la banda pop de moda “Recycle Bin” como esa papelera de reciclaje donde todo lo que pasa de moda se descarta en seguida) “El Kiosco” funciona como comedia pero sin dejar la crítica social de lado.

Siendo su principal virtud la identificación que el espectador pueda lograr con cualquiera de los personajes de la película. Sea Mariano, con su crisis de los cuarenta sobre el lomo; Charly, el que se toma toda la crisis con humor; la esposa de Mariano, esa mujer que quiere hacer de su arte un modo de vida. La suegra de Mariano, una mujer que solo mira su ombligo pero que por momentos piensa en su hija y su nieta y recapacita y el padre de Mariano, ese padre incondicional con sus hijos a pesar de que a veces puedan tomar malas decisiones. Todo esto confluye para que “El Kiosco”, sin ser una obra notable, sea un film auténticamente argentino y costumbrista que, al igual que “El Arreglo”, a modo de espejo nos devuelve nuestra propia imagen.