El justiciero

Crítica de Martín Torres - Fuera de campo

Debe ser difícil para Denzel Washington negarle su colaboración al director Antoine Fuqua cuando fue gracias a él que en el año 2002 se alzó con el premio de la Academia como mejor actor por su papel en Día de entrenamiento (2001). Y parece que Washington a pesar de su aspecto envejecido, con el tiempo sólo se vuelve más y más rudo.

El director de El Rey Arturo, Shooter y Olympus has fallen en esta oportunidad basa su guión en una serie homónima que en el año 1987 ganó un globo de oro gracias a su intérprete principal, el actor y cantante inglés Edward Woodward. La escencia de El Justiciero es que, al igual que Superman, está obsesionado con "hacer el bien". Sencillo y básico como esto suena, dicha premisa sirve para sostener un film que parece proponerse entretener al público a toda costa. Y con varios argumentos lo consigue.

La dicotomía entre el bien y el mal y entre los buenos y los malos está plenamente marcada por héroes y villanos que no dan lugar a ninguna duda sobre sus intenciones. En todo momento sabemos quién queremos que triunfe y quien debe ser castigado por sus fechorías. El resto es todo cuestión de tiempo. No hace falta ni haber visto el trailer para saber que a fin de cuentas el protagonista salvará a todos aplicando la sed de justicia que lo ciega durante las más de dos horas de metraje. Lo que los guionistas llaman "el camino del héroe" se encuentra aquí presente con su más absoluta simpleza.

Durante más de 100 años de Hollywood, la industria cinematográfica ya ha dado la vuelta completa. Las formulas narrativas que los guionistas plasman en sus historias se suceden cada vez más parecidas entre sí. Inclusive las vanguardias parecen aburrir cuando se proponen realizar alguna suerte de cambio sustancial. Los tanques o blockbusters llenan las salas de pochoclo y espectadores que cada vez parecemos exigentes. Pero lo curioso es que a pesar de todo eso a veces simplemente hay que admitir que ciertas formulas cuando están acompañadas de una buena dirección, interpretaciones a la altura de las exigencias del guión y pretensiones claras que solo intentan entretener y no innovar, funcionan.