El jugador

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

El estreno nacional de la semana se ve representado por El Jugador, opera prima de Dan Gueller, protagonizada por Pablo Rago y Alejandro Awada.
Alejandro Reynoso hace tiempo que logra controlar su adicción al juego. Trabaja para un empresario de la carne que lo envía con una suma considerable de dinero a Mar del Plata para que le entregue a su nieto, Sergio, que debe concretar la compra de unas carnicerías. Junto a Sergio se encuentra su hermana Paulina, que encargada de administrar la empresa familiar, reniega de su trabajo y sueña con hacer un viaje alrededor del mundo. Gracias a la fascinación que ejerce sobre Alejandro, Paulina logra convencerlo de que apueste por ella en el casino para ganar el dinero que necesita. Pero mientras Alejandro juega a la ruleta, Sergio juega al narco utilizando el dinero que le envió su abuelo para comprar cocaína, con el fin de revenderla y hacer una diferencia que lo independice del negocio familiar.

El argumento podría tratarse de una película de trampas y mafias; pero mientras que la idea general podría ser ordinaria; el producto final queda bastante lejos.

En primer lugar, el ritmo y clima de la película difiere por momentos con lo que se esta tratando de contar. Si lo planteamos como una tragicomedia abstracta, podríamos decir que el hilo es el correcto. Pero seguramente esa no era la intención.

El merco de la historia sucede gran parte en el Hotel Provincial de Mar del Plata, y en el Casino; pero lo que parece más una publicidad de las instalaciones; hace que pierda el realismo de la locación; incluso con extras fuera de lugar y sin ningún tipo de estética o coherencia.

Con respecto a lo actoral, el personaje de Alejandro Awada parece no arrancar en ningún momento; esconde un pasado de jugador (exitoso o no, no lo sabemos) pero hasta ahí llega, después se deja pisotear y manejar por el resto del elenco. Los agujeros en el argumento, te dejan pensando en ¿por qué el personaje de Pablo Rago necesitaba vender droga?. Cuando podría haber hecho cualquier otro negocio más simple.