El jugador

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Producción audiovisual que, aunque no lo mencione, se demuestra como una versión demasiado libre (alguien después de verla debería ser condenado) de la novela homónima del gran autor ruso Fiódor Dostoyevsky.
Están presentes, y muy reconocibles, todos los personajes, con agregados que aportan muy poco, o nada, y ausencias que le podrían haber dado un poco más de solvencia y verosimilitud al relato.
Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) es un ludópata en proceso de recuperación, (en la novela es llevado a serlo), secuaz o mano derecha, de Pascual Palma (Oscar Alegre), un importante empresario, por impronta impuesta desde la dirección de actores más cerca de la mafia que de René Favaloro.
Le encarga la función a nuestro antihéroe para que sea quien entregue el dinero, además de ser el protector, cuidador, guía de sus nietos (pobres chicos huérfanos) que se encuentran en la ciudad de Mar del Plata con la intención de concretar un negocio.
Pero Awada parece haber perdido el horizonte sobre las elecciones que debe tomar, perdón, su personaje, quien en realidad, y por cómo se presenta, se mueve, su hermetismo, su silencios, que nunca da señas que haya algo de emoción en su rostro, parece ser un hombre que sabe. No se sabe qué, pero parece que sabe.
Sergio Palma (Pablo Rago) no tiene demasiado buen concepto de Reynoso, lo considera un alcohólico, jugador empedernido e incurable, no digno de confianza alguna. Sergio está con Belén (Guadalupe Docampo), su novia actual, o mejor dicho el actual novio, secundados por Dani “El Indio” (Esteban Bigliardi).
En la habitación de al lado, casi todo se desarrolla dentro del recuperado Hotel Provincial, se encuentra Paulina Palma (Lali Gonzalez, hermana de Sergio y nieta de Pascual, toda una casualidad. Ella sabe que nada tiene que ver con la compra de carnicerías, sino con la iniciación de su hermano en el mundo del narcotráfico. Él, por creerse desplazado por su hermana de favoritismo del abuelo, decide independizarse de la peor manera. Ella quiere viajar por el mundo, y mientras sea la regente de la empresa del abuelo está imposibilitada de hacerlo, por lo que también algo debe hacer en procura de su emancipación económica.
Una historia de amores, odios, traiciones, envidias, decepciones, todo en un guión plagado de lugares comunes, previsible al extremo, sumándole a esto la imposibilidad, desde lo estructural narrativo, progresivo, lograr alguna situación de clímax.
Paralelamente sucede lo mismo de no generar algún tipo de clima, en este caso relativo al género del thriller, en el que quiere establecerse desde la estética elegida, en donde la dirección de arte parece nula, sólo un par de anteojos de sol (no es broma), el montaje con cortes por momentos muy televisivos, y en que el aporte de la banda de sonido no modifica nada en lo más mínimo.
En relación a las actuaciones, Alejandro Awada cumple pues le sobra oficio, lo mismo ocurre con Oscar Alegre, aunque por momentos se vaya de línea, pero parece más una cuestión de marcación que de histrionismo.
EL resto de las actuaciones parece una competencia de cómo no se debe actuar en cine. Si todo el elenco falla, dicho de otra manera más didáctica o educativa, si todo el curso reprueba, ¿No se debería hacer foco en el docente?
Párrafo aparte para Pablo Rago, cuando su personaje circula por lo cotidiano, por un personaje que se nota endeble por sus miedos, incertidumbres, desconocimiento, el mundo al que está entrando, demuestra ser un muy buen intérprete, lo mismo ocurre cuando tiene que jugar desde lo afectivo, con un despliegue más que interesantes de mascaras, poseedor de muy buenos recursos gestuales. Pero cuando tiene que hacer de malo por antonomasia, cruza la línea para mostrarse sobreactuando, no creíble, por momentos parece, sobre todo desde el lenguaje corporal, estar emulando a un Sergio Victor Palma (el boxeador argentino) que construyendo un personaje.
El relato empieza a desbarrancarse al poco tiempo de iniciada la proyección, luego las vueltas de tuerca, los improvisados imprevistos (y no es una redundancia, creo) promueven más confusión, o lo que es peor para un thriller dramático, sonrisas que impulso al desarrollo del texto.
Una producción que parece haber tenido el aporte para salir airoso, y termina siendo fallido, una lástima.