El jugador

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Thriller tenso con sólido elenco

Un hotel pegadito a un casino no es un buen destino para un ex jugador empedernido. Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) lo sabe, pero aun así decide cumplir con la misión que le encarga su patrón, un veterano y acaudalado empresario de la carne que vive consintiendo a dos nietos que rehúyen sin culpa las responsabilidades de la adultez. Y de pronto se ve envuelto en una peligrosa trama que incluye enredos familiares, atracciones fatales, planes demasiado complicados, traiciones y tráfico de drogas.

Inspirada libremente en un clásico de la literatura rusa, El jugador, de Fiodor Dostoievski, la ópera prima de Dan Gueller es una película amarga y oscura. Ningún personaje termina la historia bien parado. Por indolencia, ambición desmedida o mal cálculo, todos ven cómo se desmorona lo que tenían en mente como anhelo, proyecto de despegue o simple redención. La solidez de todo el elenco -en particular la de Awada, que compone con precisión milimétrica a ese hombre taciturno y desencantado que busca una última oportunidad y consigue impregnarle al relato ese tono crepuscular- es una de las fortalezas del film, que crece en las escenas más tensas y pierde algo de potencia cuando quiere filtrar una pizca de humor en la pintura del conflicto familiar.

Como en la ruleta, las posibilidades de éxito en sus objetivos que tienen los personajes de esta historia no son muchas. Pero incluso ante esa evidencia no se rinden, se encaminan con obstinación hacia el abismo, torturados por una insatisfacción más vinculada a las grietas existenciales que al deseo de dinero o poder.