El juego del terror

Crítica de Andrés B. Pohrebny - El rincón del cinéfilo

Para Arkin, un ex-convicto buscavidas, una casa tranquila y una familia de vacaciones es una “oportunidad”, ya que dentro de la casa hay una caja fuerte que contiene una rara gema, su única esperanza de saldar la deuda que tiene con su esposa y conservar intacto lo poco que queda de su familia.

Desafortunadamente para él, dentro de esa casa también hay una caja que contiene el último espécimen de una colección catalogada en huesos, sangre y lágrimas- un espécimen humano embalado como un “señuelo”-.

Mientras la trampa ya puede haberse cerrado sobre los padres, Michael y Victoria -acortando sus vacaciones antes de que pudieran empezar- las garras aun deben cerrarse sobre Jill, la hija adolescente, y Hannah, la hermanita de ocho años. Mientras el reloj avanza inexorablemente hacia la medianoche, Arkin se convierte en un héroe contra su voluntad, atrapado por un “Coleccionista” enmascarado en un letal y siniestro laberinto –la Inquisición Española imaginada por Rube Goldberg- tratando de rescatar a la misma familia que vino a robar.

Tal es la trama básica, resumida en la información de prensa, de una producción que aborda la temática del terror, ópera prima de Marcus Dunstan y Patrick Melton, quienes tienen como antecedente los guiones concebido para la serie “El juego del miedo” en sus ediciones IV, V, VI y VII (entre 2007 y 2010), esta última con el agregado en su título de “El capítulo final”, aunque se encuentre en preproducción la VIII, también con guión que les pertenece, a rodarse en 2011. Como guionistas no denotaron alguna vuelta de turca interesante a las tantas realizaciones de terror, una mínima insinuación para escapar de la mediocridad narrativa y formal que han caracterizado la mayoría de los títulos enmarcados en esta temática estrenados en los últimos años.

En esta oportunidad la dupla no sólo asumió la responsabilidad de guionistas sino simultáneamente la de realizadores. El resultado es similar, una historia mediocre, rutinaria, previsible y tediosa, con más agujeros que un queso de gruyere en lo narrativo, donde los interrogantes abruman al espectador sin que encuentren respuestas apropiadas para cerrar las situaciones planteadas, sustentadas en abundantes escenas sangrientas, animadas por personajes endebles y resueltas con técnicas primarias.

Cinematográficamente es olvidable, aunque los fanáticos, no exigentes, de las producciones de terror es muy posible que la disfruten.