El juego de Ender

Crítica de Elena Marina D'Aquila - A Sala Llena

Manual discursivo.

El Juego de Ender es la adaptación de Gavin Hood -artífice de X-Men Orígenes: Wolverine- de la novela de Orson Scott Card y el comienzo de una nueva saga adolescente. Asa Butterfield se carga el protagónico como un adolescente reclutado por la Flota Internacional para salvar al planeta de una posible invasión alienígena. Lo que hace Hood es utilizar al género para esparcir una serie de discursos políticos, filosóficos y psicológicos a través de videojuegos, simulaciones y entrenamientos que son siempre un loop de un mismo ejercicio. Además, propone un enfoque adolescente despojado de cualquier indicio de un posible despertar sexual, porque no existe tal cosa para estos personajes diseñados para la destrucción. Los niños-soldados de El Juego de Ender son construidos y maniobrados como si fuesen un robot de Titanes del Pacífico.

Hood lleva a la pantalla grande la primera de más de una decena de libros de esta nueva saga, con una puesta en escena sumamente fría que nos distancia de lo que podría ser una aventura más o menos tangible, incluida una Academia en la que el mundo gasta millones para entrenar máquinas de aniquilar y transformar en milicianos a menores de edad para ir a la guerra. Esto es llevado a cabo a través de diálogos de manual de filosofía barata y un discurso de lo más cruel y descorazonado, en donde no existe la lealtad, el honor o la amistad como vínculo profundo y verdadero, a diferencia del universo Star Trek. Y parece que tampoco hay lugar para la imaginación: las escenas de batalla, además de tener la paleta de colores más aburrida del planeta Tierra (blancos, negros y grises en donde no hay matices ni formas visualmente atractivas), están filmadas de forma caótica y el tratamiento digital arruina por completo cualquier atisbo posible de una estética espacial interesante.