El jóven Ahmed

Crítica de Cristian A. Mangini - Funcinema

MALAS INFLUENCIAS

La filmografía de los hermanos Dardenne tiene marcas identificables que los han hecho una de las voces fundamentales del cine en estos últimos 30 años. Aún con sus irregularidades, los hermanos belgas construyen puestas en escena minuciosas que desnudan la tensión interna de los personajes, pero también desnudan tensiones sociales a menudo irreconciliables que van más allá de la sociedad europea que describen. Sus relatos con frecuencia se refugian en el coming-of-age y, a pesar de la visión corrosiva sobre entornos tóxicos y desigualdades sociales, los hermanos logran abrirse del tentador cinismo en el que caen otros directores. Esto lleva a momentos climáticos inolvidables en films como El hijo (2002) o El niño (2005), dos de sus piezas más celebradas. Entre los planos largos que los caracterizan, los paneos quirúrgicos que se quedan en el rostro de los personajes, los planos secuencias climáticos -breves pero contundentes-, asoma también una sensibilidad que es un pequeño oasis. El joven Ahmed, título de la selección oficial de Cannes en el 2019, demuestra la innegable madurez visual de los realizadores a pesar de que su relato resulte problemático por sus ribetes maniqueos.

El joven Ahmed del título es nuestro protagonista, un joven musulmán de los suburbios que vive en un hogar marcado por un divorcio y conflictos internos, además de la sombra del extremismo que adoptó un primo mártir. Incomprendido, su refugio resultan el Corán y un Imam que le promete grandes proyectos que lo acercan a su familiar mártir. Este refugio será el foco de una relación atribulada con su madre, que intenta desesperadamente alejarlo de esa influencia, al tiempo que intenta salir adelante en su hogar. Pero, como sucede en otros films de los Dardenne, la comunicación -o falta de- es un elemento clave para entender las distancias que se van construyendo entre los personajes y la violencia es parte de una enorme olla de presión que se va gestando. El problema es, a diferencia de otros títulos de su filmografía, que el entretejido social aparece descuidado y esta olla de presión parece una resolución forzada. Ahmed se define en sus acciones pero entre los polos de influencia en su vida el imam aparece esbozado de una forma rústica y agresiva, incluso llamando “puta” a la joven docente que asiste a Ahmed y que juega un papel crucial en el desarrollo de sus acciones. Su papel antagónico es casi caricaturesco y se acerca peligrosamente a la islamofobia, en particular porque es la voz más gruesa del film a la hora de definir una cultura y creencia, opacando otras figuras musulmanas.

Uno de los mejores planos del film tiene a Ahmed en un papel secundario hasta que toma la palabra: un paneo recorre una sala y los rostros de padres que debaten la enseñanza del árabe en el aula y los puntos de vista que se exponen tienen un gris que el resto del film extraña. Es un paneo enérgico que se desplaza con la velocidad de los argumentos sin marear, y la tensión que añade esta elección formal nos permite hacer una nueva lectura de los conflictos que se van dando en el film, en particular cuando finaliza con las palabras de Ahmed y una acusación agresiva que tiene su origen en la ferocidad del imam. Luego es inevitable no mencionar los planos sostenidos, que con su rigidez y cámara en mano exaltan las diferencias que a menudo las palabras no dicen, un recurso utilizado al menos dos veces de forma memorable: la primera vez es una charla de Ahmed con su madre en el reformatorio y la segunda es junto a una chica en un fallido avance amoroso. A pesar de lo forzado de la resolución, el relato tiene un plano secuencia climático que también merece destacarse.

Los Dardenne continúan siendo excelentes narradores visuales e incluso en sus films no tan redondos como el que nos ocupa esta semana, tienen momentos de lucidez que se sostienen en el peso de su filmografía. Son casi 90 minutos que se pasan con un pulso nervioso, pero esta inquietud nunca deja de entrever al menos un momento de luminosidad o esperanza.