El jilguero

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

Escuchar un partido de ajedrez por radio probablemente sea una experiencia más emocionante y entretenida que la tortura soporífera que ofrece el bodrio de El jilguero.
Un caso extraño ya que se trata de una producción a la que le sobraba equipo para brindar algo interesante.
La dirección corrió por cuenta de John Crowley, quien fue responsable de la película romántica Brooklyn, con Saoirse Ronan, que fue muy bien recibida en su momento y en esta ocasión contaba con un reparto prometedor, que incluye a Nicole Kidman, Ansel Elgort (Baby Driver), Sara Paulson y Finn Wolfhard (It).
A esto se sumaba que la historia era una adaptación de la novela homónima de Donna Tartt con la que obtuvo un premio Pulitzer.
No leí el libro y tal vez sea una experiencia bárbara pero la ejecución de la adaptación para el cine resultó completamente tediosa.
Salvo por el rol sobreactuado de Luke Wilson los miembros centrales del reparto parecen anestesiados y dificultan muchísimo la conexión con la trama y las situaciones que viven los personajes.
El film de Crowley tarda una eternidad en establecer un conflicto interesante y no ayuda para nada que el contexto donde se desenvuelven los protagonistas sea penosamente aburrido.
Hay un supuesto coming of age que tiene la intención de ser profundo pero el director nunca consigue generar el mínimo atractivo por el culebrón que presenta.
Todo el melodrama que aspira a plantear una reflexión sobre la culpa y el duelo frente a una pérdida está trabajado con tanta artificialidad que impide disfrutar la historia y las subtramas que la rodean.
No pongo en duda el mismo relato en su versión literaria sea muy bueno, pero la dirección de esta película no lo es y se dificulta encontrar alguna virtud notable en esta propuesta, más allá de la fotografía de Roger Deakins (Sicario).
Las dos horas y medias que dura el film se vuelven tediosas y el alivio recién llega cuando se prenden las luces del cine y nos libera del tormento.
Sólo para masoquistas.