El irlandés

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Este es el regreso de Martin Scorsese a la épica mafiosa y no hubiera sido posible de no ser por la mano que le tendió Netflix para concretarla. Es un proyecto que estuvo mas de 30 años en el development hell debido a reescrituras, falta de financiación y agendas dispares entre todos los interesados. Es un delicioso retorno de Scorsese a sus raíces donde, si bien su talento es todo terreno – con su sociedad con Di Caprio se metió en un montón de géneros fuera de su zona de confort, desde la sátira hasta la biopic -, uno extrañaba un comeback a las historias crudas, hiperviolentas y callejeras que lo hicieran famoso. ¿Interesante?. Por supuesto. ¿Perfecta?. No, y excesiva en su duración… pero es cine del que resulta imprescindible ver.

Si es un regreso a las fuentes de Scorsese también es un necesario comeback de De Niro, que desde hace rato vuela bajo el radar participando en material mediocre. Como siempre, sus mejores perfomances se las saca Scorsese y acá arma un circo con todos sus amigotes – Joe Pesci, al que le insistieron miles de veces para que saliera de su retiro para interpretar este papel; Harvey Keitel en un cameo fugaz; algunos miembros frescos del club como Bobby Carnevale, Stephanie Kurtzuba y Anna Paquin; su equipo técnico de siempre – para hacer la crónica de Frank Sheeran, un asesino de la mafia que creció dentro la organización hasta convertirse en el guardaespaldas y amigo personal de Jimmy Hoffa, el sindicalista camionero que tuvo en vilo a Estados Unidos durante casi 20 años y que desapareció misteriosamente en 1975. Precisamente la épica de base es el ascenso de Sheeran hasta volverse íntimo de Hoffa y participar (según su versión) en el asesinato del camionero y posterior desaparición sin rastro de su cuerpo. Como puede verse, ésta no es una película para millennials superficiales y, si bien uno no ha vivido en Estados Unidos, al menos conoce parte de esta historia a través de otros filmes sobre el tema (caso del Hoffa de Danny DeVito).

Debo ser honesto: me encanta Scorsese y admiro su obra, pero acá al filme le sobra 20 %. El comienzo es caótico, con una tonelada de data dicha sobre la marcha, la cual es imposible atender porque, durante el relato de un anciano De Niro (recordando su vida, ascenso y caída en la mafia), ocurren montones de cosas en pantalla. Es de esos filmes en donde uno ubica personajes por los actores que los interpretan – Keitel es un jefe mafioso, Pesci es un operador de la mafia, Ray Romano es un abogado de la mafia – pero cuando se habla de ellos por parte de otros caracteres es difícil ubicarlos salvo que sean parte de los caracteres principales. Scorsese apela a la magia digital y “rejuvenece” a los actores con FX pero el resultado inicial es horrible. Frank Sheeran se supone que araña los 40s cuando conoce a Russell Bufalino (Pesci), pero se ve como un geronte con ojos de zombie (carecen de brillo, están irritados, no se ven naturales), un rostro hinchado y rojizo y, lo mas evidente, que De Niro naturalmente no tiene la agilidad de un tipo de 40s (ni el físico; uno con la edad es mas lento, hace panza y la flacidez generalizada de los músculos hace resaltar los hombros, incluso la piel curtida es difícil de camuflar). Si los críticos hablan maravillas del rejuvenecimiento digital es porque funciona muy bien en segmentos cortos y acotados (se acuerdan de lo impresionante que era ver un Michael Douglas cuarentón en Ant-Man – aunque la comparación le duela a Scorsese -?), pero en una película larga con variedad de escenarios e iluminaciones se nota en exceso, sobre todo cuando debe figurar que los tipos tienen la mitad de la edad que tienen en la vida real – y también se nota en el rendimiento físico, aún cuando hayan contado con un asesor “de movimientos” que obligaba a todos estos gerontes a moverse como si tuvieran 30 años menos; Pacino puteaba en arameo por las “proezas físicas” que debió hacer, sea caminando rápido, saltando de una silla o revoleando mobiliario en un ataque de bronca – . Mucho mas natural se ven Pesci, De Niro, Pacino & co en los años 60, cuando figuran tener 10 años mas y no se ven como purretes.

Si el Acto I es anecdótico – el ascenso de Sheeran como sicario de confianza en la mafia -, la película empieza en el Acto II cuando Al Pacino entra como una tromba en la trama. Scorsese reune a toda la vieja banda pero deja que un recién llegado les robe el dulce delante de sus ojos. Si Pesci es mas que correcto y De Niro muestra rango por primera vez en años, Pacino es un ladrón de escenas constante, un tipo que exuda personalidad y domina cada charla en la que participa. Para mi Pacino es un sobreactor – al igual que De Niro – pero acá es lo que el médico recomendó para el rol y uno realmente lamenta que Scorsese se haya demorado tanto para unirlo a su grupo. Es dulce, violento, personalista, familiero, abrumador, filosófico, impetuoso y uno realmente se pega al asiento cada vez que Pacino ejecuta su magia. De Niro en cambio, va a media marcha mostrando humildad, docilidad, emotividad cuando es necesario… y tremendas explosiones de furia cuando el momento lo amerita.

Como es obvio, el relato sufre cuando Hoffa sale de escena – y ahí es donde Scorsese se mete en un excesivo Acto III, el cual pretende descifrar la sicología de Sheeran -. Con el mafioso en decadencia y tras las rejas, lo que le queda es analizar lo que le quedó en su vida – su familia que lo esquiva o su hija mayor, que adoraba a Hoffa como si fuera un tío y está convencida (aunque no tenga pruebas) de que su padre tuvo qe ver en la desaparición del mismo, juzgando por su conducta errática posterior -. Scorsese insiste en buscar la conciencia del asesino y para ello lo pone a la par de un cura mientras está recluido y solo en un geriátrico. Para él el arrepentimiento no existe porque las víctimas eran extraños… pero la muerte de Hoffa (aunque no lo admite) es la única que le pega fuerte. Esa llamada, esa maldita llamada en donde tuvo que actuar frente a sus esposa (amiga de muchos años de su familia) como si no supiera nada de la suerte del sindicalista… Pero dedicarle mas de 40 minutos a esto es mucho para un filme de 3 horas y media, y aunque no deja de tener su interés, uno no deja de pensar de que hay algo de indulgencia en un libreto al cual le podrían haber podado una hora para hacerlo mas eficiente.

El Irlandés es un gran filme, pero uno que no está exento de detalles. Son defectos menores en una película plagada de momentos apasionantes e inteligentes, una épica fenomenal plagada de talento y un ejemplo de gran cine… el cual es un espécimen muy escaso en los tiempos que corren.