El invierno

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Industria y ganadería

Cada año, un nuevo grupo de trabajadores temporales llega a una estancia en la Patagonia, en el sur de Argentina (una zona árida y alejada), para esquilar ovejas y hacer tareas en un campo a cargo de un severo hombre mayor, que la cuida como si fuera suya. El trabajo es duro y la recompensa escasa, pero de todos los rincones del país llegan los peones, abandonando a sus familias por una changa en un galpón insalubre, activos de cinco de la mañana a cinco de la tarde, sin descanso.

En tanto, una pareja francesa recorre la estancia con intenciones de comprarla, y uno de los hombres, Jara (Christian Salguero), se destaca del resto y es apuntado para reemplazar al actual capataz, Evans (Alejandro Sieveking), al que los administradores de la estancia consideran demasiado viejo, rígido y un poco loco para continuar dirigiendo el establecimiento.

Jara, un changador correntino que ha ocultado la existencia de su esposa e hijo a todo el mundo, descubrirá al quedarse solo que el invierno en la Patagonia puede ser más crudo de lo que creía y que no está solo en esa estancia perdida. Por su parte, Evans va a visitar a su hija y a su nieto para buscar reiniciar su camino después de recibir su compensación por una vida de arduo trabajo eremita encerrado solo durante incontables inviernos.

En este paisaje agreste y yermo es insoslayable la apertura visual de la fotografía de Ramiro Civita (Whisky Romeo Zulu, 2004) para abrir los horizontes hacía una desolación infinita que abruma y perturba a la vez. El realizador Emiliano Torres crea un ambiente abierto hacia la perspectiva pero al mismo tiempo estrecho y terriblemente claustrofóbico, jugando una dialéctica peligrosa con los confines de la distancia real y los trayectos de la percepción, buscando generar con la imagen lo mismo que el inclemente invierno produce sobre los protagonistas.

Las actuaciones de Alejandro Sieveking y Cristian Salguero son extraordinarias, construyendo a dos personajes contrapuestos que se dirigen a un enfrentamiento imitando las estructuras de los westerns clásicos. Emiliano Torres es el responsable de esta perfecta confrontación de caracteres que implica la transición de una época a otra, en la que podemos encontrar el fin del trabajo permanente, la flexibilización y la estafa sobre al trabajador, entre algunas de las características sobre las que el nuevo capitalismo va estableciendo sus parámetros y sus nuevas reglas de juego sin que los implicados puedan comprender la imagen completa de los cambios.

El Invierno es así un desolador film de carácter sociológico sobre la supervivencia y la lucha del hombre contra el hombre y contra sí mismo, que funciona como una metáfora visceral sobre las consecuencias de nuestra cultura capitalista, de las decisiones políticas y de la falta de oportunidades laborales en una época y en un lugar donde la ley del dinero y del más fuerte se imponen sin preámbulos de ningún tipo.