El invierno

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

ESTACIÓN PERMANENTE

El hombre en la inmensidad: esa es la premisa del primer largometraje de Emiliano Torres; un puñado de peones apenas perceptibles alrededor de terrenos vacíos e inabarcables y la resistencia tanto del medio como del clima durante el pasaje del invierno a la primavera.

Las primeras imágenes anteceden esta lucha, cuando una camioneta trae a nuevos peones para ayudar al viejo capataz de la estancia. Pero la llegada de los hombres deja al descubierto que no sólo se trata de una rudeza natural, sino también humana.

Esto se evidencia de dos formas: por un lado, en la escasa interacción entre los personajes, los cuales funcionan como individualidades aisladas; por otro, la poca profundización de cada personaje, que se esboza, por momentos, en pequeños diálogos, pero, fundamentalmente, se construye por omisión o recortes.

Los ejemplos por excelencia son los protagonistas Evans y Jara, que si bien se presentan en sus diferencias – el capataz anciano uno y el nuevo peón el otro– se van amalgamando a lo largo de El invierno.

Dicho proceso evidencia una segunda premisa que es el concepto de ciclo. La película inicia bajo las órdenes de un capataz para pasar la fría temporada y luego, por la decisión de los dueños extranjeros, se nombra un nuevo capataz que debe atravesar otro invierno áspero. También se lo puede pensar con la idea de rito: cómo se los ve a ambos en la casa cenando, cómo desarrollan las actividades diarias, cómo se comportan frente a sus secretos o cómo actúan frente a las decisiones de los dueños de la estancia.

El hombre devorado por el medio, por el frío, por la soledad, por sus escasas palabras; un hombre condenado a repetirse frente a aquello que lo supera: la nada infinita.

Por Brenda Caletti
@117brenn