El invierno

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Auspicioso debut con una historia enmarcada en la inhóspita Patagonia

En una estancia de la Patagonia Argentina, vigilada desde las alturas por los emblemas de la región como son el Monte Fitz Roy y el Cerro Torre, en un ambiente alejado de la confortable y alegre zona turística, donde todo es más duro, sacrificado, y nada pintoresco, cuando lo único que hay para hacer en ese establecimiento es trabajar, trabajar y trabajar, el director Emiliano Torres, en su ópera prima, nos cuenta la historia de los trabajadores golondrina que llegan para esquilar las ovejas, y luego siguen en busca de otros trabajos hasta que vuelven al año siguiente.
El film se focaliza en el capataz Evans (Alejandro Sieveking), un hombre viejo que vive solo en la estancia hasta que llega la época de la esquila. Con el arribo de los trabajadores, desde el primer momento, comienza a llamar la atención, a erigirse por sobre los demás Jara (Cristian Salguero), un correntino callado, laborioso, que tiene como meta que lo efectivicen.
El conflicto se genera cuando a Evans lo echan al final de la temporada de esquila y decide reemplazarlo por alguien joven como Jara, quien en pocos meses aprendió el oficio y maneja la estancia perfectamente.
A Evans las cosas como jubilado no le resultan sencillas, no tiene ni donde vivir, para él su vida era ser sino que hasta su hija lo rechaza. El ex capataz se siente perdido y no sabe que hacer. Aquí es cuando la narración se enriquece porque toma una decisión fundamental para modificar su realidad.
Por su parte Jara se toma el trabajo muy en serio, es muy responsable y siente finalmente que el trabajo le pertenece.
Emiliano Torres integra los paisajes a la vida de la estancia retratados con planos generales que sirven para mostrarnos las distancias eternas de campos y montañas, reflejándonos los paisajes desolados, las inclemencias climáticas, donde sólo hay arbustos, los árboles no pueden crecer en esas tierras, sumado a todos esos inconvenientes, los inviernos siempre crudos, difíciles, generando en el espectador una atmósfera inquietante.
La historia está bien contada, con un ritmo lento, cansino, de acuerdo a la vida que se lleva en esos lugares. La puesta en escena está muy bien lograda, los personajes, tanto los principales como los secundarios son los que sostienen la historia y la vuelven creíble.
Evans termina siendo un muerto en vida, un fantasma, cuando su jefe decide echarlo, porque siempre estuvo acostumbrado a que su vida sea sólo trabajo, sin espacio para otras cosas y nunca cuestionó la rutina ni el aburrimiento invernal, el mérito del director es tratar de resucitar al fantasma en ese ámbito inhóspito del sur argentino.