El invierno

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Empieza a girar por los festivales internacionales y lo hace con éxito esta ópera prima de Emiliano Torres que se estrena en Buenos Aires el próximo 6 de octubre. La película acaba de obtener el premio especial del jurado ex aequeo y el premio a la mejor fotografía a Ramiro Civita en el Festival Internacional de San Sebastián. Filmado en la zona sur de la de la precordillera occidental, en la Provincia de Santa Cruz, en un paraje de difícil acceso El invierno compite en estos días en la sección oficial del Festival de Biarritz y y el de Zurich con gran expectativa.
Lo atractivo de El invierno es claro: consiste en ensanchar la pantalla a través de la explotación visual de ese espacio inabarcable que materializan los planos panorámicos de la Patagonia. A la antigua batalla del hombre que debe adaptarse a la naturaleza se le suma la lucha de estos trabajadores solitarios contra la injusticia de esas estancias ovinas y el contrato de trabajos golondrinas precarios. Carlos Echeverrìa, en el documental Querida Mara, cartas de un viaje por la Patagonia, bien marcaba esa contradicción entre la belleza del paisaje y la paradoja de la explotación, la pobreza, la injusticia, la soledad, las separaciones y los abandonos. Lo hacìa desde el documental pero bien podrìa sumarse a esta mirada que plantea Emiliano Torres en El invierno.
Jara se queda como cuidador de un complejo de esquilado, en el tiempo de la historia transcurre un año entero. Allí llegan, cuando comienza el verano, hombres contratados desde distintos lugares del país. El joven va a suplantar al viejo casero quien pasó prácticamente su vida allí y que es despedido de un día al otro. Es un ciclo de vida el que espeja a estos dos personajes de tal modo que lo narrativo entrama sus vidas en un antes y un despuès en necesidades y abandonos similares. Tal como sucede en lo material, en lo diegètico, es decir aquello que no se dice y se supone, la película es sólida y efectiva, manipula el conflicto y la amenaza, sostiene el interés en un film que es tan árido, por sus elipsis o sus faltas de diálogo, como el paisaje que describe.
Este hombre está demasiado solo y expuesto a esas injusticias libres de luchas sociales o sindicales. En la soledad de los vientos patagónicos eso parece no existir. Hay un estado de pre-ley que la acerca al western más clásico. El hombre y su perro, su caballo y su rifle. Todo lo que está afuera, amenaza un trabajo que hay que defender a uñas y dientes.
Tanto en su referencia al género como a esa lucha solitaria, la película de Torres no supone una crítica al sistema, sino una resignada situación de constante recomienzo, hasta que el extranjero se haga cargo de ese campo e inicie un emprendimiento para turistas.