El invierno de los raros

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Gente unida a su pueblo chico

La "opera prima" de Rodrigo Guerrero invita al espectador a sumergirse en un instante en la vida de seis personajes, cuyas existencias parecen suspendidas en el aire.

"El invierno de los raros" es un filme que habla de la existencia, de la identidad y ciertos pasajes que hacen a una raíz antropológica de un grupo de personajes.

Esta última lectura surge por la clara identificación de varios de ellos con el lugar, los que parecen pertenecer a ese pequeño pueblo y no a otro.

Ellos son seres adheridos a su tierra, a su suelo, si se quiere inhóspito, en el que aparentemente no pasa nada, pero sí invita a hombres y mujeres a bucear en su interior y desandar una serie de situaciones que a veces los ubican en un lugar no demasiado agradable de sus vidas.

Los seis hombres y mujeres de distintas edades que pueblan el filme, no saben qué quieren, o hacia dónde van, qué anhelan, o en todo caso eso no fue un tema de preocupación del director, también guionista de su obra.

TAN SOLO INSTANTES

La cámara de Guerrero tiene la misión de observar, de meterse en su cotidianidad para registrar tan solo instantes, a la vez que en algunos casos, la naturaleza, lo que ella brinda, sirve de incentivo a muchos de estos seres para desandar los ciclos de la vida, quizás como lo hacen los animales, tratando de imitarlos en su sencillez y en su crueldad.

Sólo una de estas criaturas imaginadas por el joven director, representa la síntesis de todos ellos. Se trata de una bailarina, desilusionada de su pareja, que decide partir, no se sabe hacia dónde.

Rodrigo Guerrero concreta su primer filme, con una madurez narrativa inusitada. Sabe elaborar climas, atmósferas. Sabe esperar a sus personajes en sus silencios, en sus ensimismamientos, en sus llantos. A la vez que concreta un nivel actoral homogéneo, en el que ninguno desentona.

Paula Lussi y Lautaro Delgado, la pareja joven, es la que más se destaca, por su exigencia interpretativa. Lussi, oriunda de Córdoba, es una actriz de una sutileza extraordinaria que con leves matices muestra en parte lo que le sucede. En tanto Lautaro Delgado es ese muchacho de campo, en una composición tan verosimil, conmovedora en sus silencios, que parece que él mismo hubiera pertenecido a ese lugar que el filme testimonia.