El inventor de juegos

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Una fantasía criolla a lo Hollywood

No diremos "no parece argentina", porque en estos días esa expresión puede sonar mal (sólo en estos días). Pero es cierto, más que argentina parece una gran proproducción hollywoodense de 60 millones de dólares. Lo interesante es que costó apenas la décima parte de esa cifra. Se trata de una coproducción argen-ítalo-canadiense, pensada para el público preadolescente, y realizada gracias al Royal Bank of Canada y otros amables contribuidores, grandes cabezas de varios lados del mundo, y, sobre todo, mucho ingenio y empeño argentinos. Bien, tampoco diremos "empeño". Tenacidad y sudor de gota gorda, entonces.

La historia, ya se sabe, está basada en una novela de Pablo de Santis para chicos. Este hombre ya hizo decenas de novelas para chicos y grandes, fue libretista de televisión, guionista de las historietas de Max Cachimba, etc. Y en "El inventor de juegos" puso drama, intriga, acción, aventura, un posible huerfanito, un colegio tétrico, una niña cómplice, odiosos enemigos, un secreto de familia, un juego retorcido con reglas ocultas elaboradas por un canalla que, a fin de cuentas, es solo otro huérfano en busca de su posible espejo y heredero, rescates en el último minuto, en fin.

Para ilustrar todo eso Juan Pablo Buscarini ("Cóndor Crux", "El arca", "El ratón Pérez", y otras varias como productor, adaptador o creador de efectos) se juntó con unos cuantos buenos: Dimitri Capuani, que estuvo en el diseño de "La invención de Hugo", "Corazón de tinta", etc., Roman Ozin, fotografía de "Mr. Magorium's Wonder Emporium", Marcela Bazzano, arte de "Chiquititas", Chris Munro, sonidista de "Maléfica", Federico Cueva, supervisor de efectos, Fernando Brun, de "Lucky Luke", el músico Keith Power y la Sinfónica de Bratislava, el editor Austin Andrews, Axel Kuschevatzky, los productores italianos De Angelis, y siguen las firmas. No cualquiera.

Y así la Ciudad de los Niños luce virtualmente como nueva, un centenario orfanato de Pilar, el interior del Colegio San José, el Club Español, una esquina de Coghland, se transformaron en lugares de cuento, aparecen tiburones, un barco, un enorme cerebro mágico, globos aerostáticos, y fondos montañosos que parecen hechos con pintura completiva, un recurso propio de la época añorada de fantasías inocentes y juegos de mesa en que se ambienta el relato. El pibe David Mazouz, el viejito Edward Asner, Joseph Fiennes, están al frente del elenco. Alejandro Awada y Vando Villamil, al medio. Y hay unos cuantos atajando.

Acaso falte algún guiño que nos identifique, como "El estanciero", quizá la tensión previa de algunas situaciones quede superada por la ilustración de sus resoluciones, nadie es perfecto y el trabajo era inmenso. Eso se nota y se aprecia. La película se arrima a productos tipo "Charlie y la fábrica de chocolates", se mete entre ellos, no parece argentina. Y de paso estimula la fantasía, el amor a la familia y los juegos de mesa, y la lectura.

Postdata. Hay versión en inglés y en castellano. El narrador de esta última es Ricardo Alanis. Y doblando a los actores principales, Thomas Lepera, Kike Porcellana y Mariano Chiesa.