El inventor de juegos

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Jugar por jugar

Financiada entre Canadá, España e Italia, El inventor de juegos es una coproducción muy particular. Pese a los países participantes, está protagonizada mayormente por intérpretes anglosajones y hablada originalmente en inglés; sin embargo, fue dirigida por el cineasta argentino Juan Pablo Buscarini, basándose en la novela de otro compatriota, Pablo de Santis, y rodada íntegramente en suelo argentino. Heterogéneos detalles culturales y regionales para un film dirigido al público infantil en 3D que, de todos modos, cuenta con unidad expresiva y la suficiente magia como para atraer al sector al que está dirigido. A través de la historia de un niño de 7 años apasionado por los juegos de mesa, logra interesar a niños de distintas edades y atraer a los adultos, con un despliegue visual pocas veces alcanzado dentro del género en el cine nacional.

El protagonista accederá a un concurso y se transformará en una pequeña eminencia en ese metier lúdico, lo que le permitirá vivir aventuras, dificultades, encuentros con peculiares personajes y diversos misterios a resolver. Atractivas fantasías atemporales y realidades paralelas se irán sumando a la trama, más allá de algunos huecos en la estructura dramática. Las muy cuidadas imágenes del director de fotografía de Orgullo y prejuicio, Román Osin, y del diseñador de producción Dimitri Capuani (La invención de Hugo Cabret, Pandillas de Nueva York) compensan satisfactoriamente esas falencias. Se les suman sólidas actuaciones, en especial la del niño David Mazouz y figuras como Joseph Fiennes, Tom Cavanagh y Edward Asner, mientras que los intérpretes argentinos Alejandro Awada y Vando Villamil aportan su indudable oficio. El mejor logro en la interesante trayectoria de Buscarini, pionero a través de Condor Crux y solvente en films posteriores como El Ratón Pérez.