Infiltrado del KKKlan

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Valiéndose de una notable recreación de época y echando mano a su habitual potencia visual y precisión narrativa, Spike Lee ejercita un notable ejercicio de cine de género mainstream con abundante contenido político, que refleja en los ecos presentes las condenables prácticas de segregación y anulación racial provenientes de una época cercana (el relato se emplaza en 1978), que destilaba odio e intolerancia. Una temática que es indisociable desde los comienzos mismos del séptimo arte: podemos mencionar icónicas producciones que, bajo su excelso manejo del lenguaje narrativo, incentivaron el racismo como “El Nacimiento de una Nación” (1915).

Un autor comprometido, el cineasta afroamericano, cuya obra entera posee un alto grado de pertenencia social, deja ver su mirada crítica acerca de una latente intolerancia en las clases gobernantes que aún validan (desde la impunidad más cruel) la violencia racial, inclusive amparados en el relato que los medios de comunicación masivos deciden ‘tejer’ como verdad consensuada. Si una década atrás, Lee arremetía contra las responsabilidades que no asumió el gobierno estadounidense en el momento del desastre provocado por el imprevisto meteorológico del huracán Katrina (en el telefilm documental de HBO “Una Tragedia Americana”), aquí el realizador de “Haz lo Correcto” (1989), se hermana con la causa social de su pueblo, bajo la necesidad de documentar la raíz de un mal endémico, que desnuda las falencias de una sociedad que produjo semejantes hecho de opresión, discriminación y maltrato racial.

Regresando a las bases del género policial, que explorara por última vez en “Un plan perfecto” (2006), Lee adapta a la gran pantalla el libro “Black Klansman”, editado en 2014, con miras a reflexionar sobre dilemas raciales que no han cambiado en absoluto, en más de medio siglo desde el auge de las protestas civiles encabezadas por los líderes negros Malcolm X (cuya vida Lee llevara al celuloide, en 1992) y Martin Luther King. Lo valioso del film de Lee radica en su carácter auténtico: nos alerta sobre un peligroso espejo de la realidad actual, desnudando la omnipresente farsa del poder bajo un crudo alegato que resuena en nuestros tiempos de manera suspicaz.
El tristemente célebre Ku Klux Klan (KKK), fue una organización de extrema derecha, creada durante el siglo XIX, en tiempos posteriores a la Guerra de Secesión (1861-1865), y que promovía de modo temerario la supremacía de la raza blanca. Racistas, xenófobos, antisemitas y homofóbicos, estos condenables grupos recurrían a la intimidación y la persecución (como la quema de cruces y actos varios de terrorismo) como mecanismos violentos para la imposición de sus ideas. Dentro de este hervidero de intolerancia, inserto en la Estados Unidos post Richard Nixon, es que se adentra nuestro héroe encubierto. John David Washington, epicentro absoluto del relato, porta el carisma en la sangre. El hijo del inigualable Denzel se roba la pantalla en cada escena que aparece, convirtiéndose en el nervio emotivo de la película, a medida que se aventura en adentrarse en esta peligrosa célula extremista.

Asimismo, como estudio social, resulta vita el análisis que provee sobre el rol político que cumplieron las ‘panteras negras’, desde fines de los años ’60. Las ‘Black Panthers’, formadas en California, ocuparon un fundamental rol en el movimiento por los derechos civiles. Oponiéndose a las luchas pacíficas de King y descreyendo de cualquier cambio proveniente de los derechos civiles ‘tradicionales’, optaron por una postura pública tan arriesgada como violenta. Sus dos fundadores fueron Huey Percy Newton y Bobby Seale (autor del libro “Power To The People. The World Of The Black”), predicantes de una guerra revolucionaria, dispuestos a tomar la voz de todos aquellos oprimidos, sea cual fuere el grupo minoritario al que perteneciesen.

Luego de interesantes incursiones como “Oldboy” (2013) y “Chi-raq” (2015), Lee confirma su vigencia firmando su mejor film en más de una década. Corroborando tales pergaminos, “Infiltrado en el KKKlan” arrasó en la temporada de premiaciones, obteniendo un Premio Oscar (a Mejor guion adaptado), destacado en el Festival de Cannes (Gran Premio del Jurado) y adjudicándose cuatro nominaciones en categorías principales para los Globos de Oro (Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Actor de Reparto y Mejor Director).

Practicando un vibrante cine de denuncia sobre un accionar repudiable, la sutileza de un autor como Lee no lo priva de recurrir a la comicidad, bajo la necesidad de no volverse solemne. El perfecto equilibrio otorgado por un cineasta inteligente que conjuga su jugada maestra valiéndose de la mentada noción que ‘la venganza es un plato que se sirve frío’.