El incendio

Crítica de Diego Papic - La Agenda

La violencia está en nosotros

Una pareja de treinteañeros en crisis, dólares y un arma.

Lucía y Marcelo son una pareja de treinta y pico que está a punto de subir un nivel en su relación a pesar de que no atraviesa su mejor momento: están por comprar un departamento. En la primera escena, plano cenital sobre la cama, Marcelo duerme y Lucía ya no, mira el techo (o al espectador) con una expresión preocupada. Así empieza El incendio, con claridad conceptual, sencillez y concisión.

El conflicto empieza (o quizás deba decir que se agudiza, porque en realidad empezó antes) cuando el encargado de la inmobiliaria pospone la transacción para el día siguiente y ellos tienen que volver a su casa con la plata que acaban de sacar del banco. La película transcurre durante todo ese día, en esa especie de segunda oportunidad que le dio el destino a Lucía para pensarlo dos veces.

El tema es la violencia en la pareja, el amor enfermo y la obsesión. Si esta película fuera un drama indie norteamericano y estuviera protagonizada por, digamos, Ryan Gosling y Michelle Williams, seguramente provocaría un pequeño escándalo en estos días en los que la violencia de género está en la agenda nacional. Lamentablemente casi todo el cine argentino pasa desapercibido y es muy probable que El incendio no sea la excepción.

Es que la película es muy clara en su tema pero compleja y profunda en el tratamiento. El guión de Agustina Liendo (actriz y directora de teatro) no es demagogo y aunque algunas situaciones -sobre todo al comienzo- parecen metidas con fórceps para que le quede claro al espectador cuál es el tema, a medida que la historia avanza vemos que este no es un “alegato” barato tipo película para televisión.

Me explico: Marcelo es un violento, no sólo con su novia, pero esa violencia es un problema para él, la siente como una enfermedad. Y Lucía también es violenta (aunque por ser mujer, su violencia es más inofensiva) y si bien la preocupación que le vimos en la primera escena es resultado en gran medida de este clima de violencia, por momentos parece disfrutarlo. It takes two to tango, dicen, aunque este dicho en el contexto de la violencia de género se parezca peligrosamente a una justificación.

Lo menos interesante quizás sea la premisa: esos dólares que al principio parecen estar ahí como objeto generador de tensión (hay también un revólver cuya presencia no se termina de explotar). Más allá de una excelente escena en la calle, la película mejora cuando se olvida de esos dólares y se centra en la cosa doméstica. Es como si Liendo hubiera querido generar una tensión artificial y después se hubiera dado cuenta de que no hacían falta esos fajos de billetes, que esos personajes y su relación era lo suficientemente potente como para movilizarnos.

El incendio, dirigida Juan Schnitman, es la tercera película salida de la cantera que fue la extraordinaria El amor (primera parte) después de El estudiante de Santiago Mitre y Los salvajes de Alejandro Fadel (el 18 de junio se estrena la segunda película de Mitre, La patota, que acaba de ganar dos premios importantes en el Festival de Cannes; y también está 1922, de Martín Máuregui, que se encuentra recién en busca de financiamiento internacional), y quizás sea la que más se parece a aquella comedia romántica aunque su tono es opuesto: El incendio es seca, pesimista y atrevida.

Schnitman no siempre acierta, sobre todo con sus actores, que aunque son excelentes por momentos no están todo lo naturales que deberían, pero redondea una película que va de menor a mayor y que tiene un par de escenas que no sólo son muy buenas en sí mismas sino que además tienen la virtud de engendrar discusión y polémica.