El ilusionista

Crítica de Marcelo Cafferata - Revoleando Butacas

Otra joya de Sylvain Chomet: "L'illusionniste"

Hace unos cuantos años, en uno de los tantos films imperdibles que se anunciaban en el BAFICI estaba en todos los listados de la crítica un film de animación: "Las trillizas de Belleville - Les tripplettes de Belleville"? y recuerdo un domingo por la tarde con un cine América completamente repleto, tantos chicos, adolescentes como adultos, disfrutaron por igual de esa rara joya de la animación plagada de humor, ironía y una pizca de delirio creativo.
Seguramente quienes la vieron en aquel momento, o un poco más tarde cuando fue estrenada comercialmente, todavía recuerden vividamente a todos sus personajaes: el ciclista corriendo el Tour de France con un entrenamiento delirantemente rígido, su perro, su infancia tan marcada y ese trío de cantantes tan particular como inolvidable.

Algunos años después, encontrarse nuevamente con el estilo de animación de Sylvain Chomet vuelve a ser un enorme placer de 80 minutos sutilmente creativos. En este caso, ya no hay tanto humor como en su filme anterior, todo es mucho más medido y en función de rendirle un entrañable homenaje a la figura y a la obra de otro gran maestro: Jacques Tati.

Este director francés, creador de las aventuras del Sr. Hulot en "Mi tio" o en "Las vacaciones del Sr. Hulot" y de sus otras obras como "Playtime" y " Dia de fiesta" es quien ha dejado escrito -y sin filmar- el guión de "L'illusionniste". La hija del director, Sophie Tatischeff, a quien está claramente dedicado, ha decidido llevar a cabo ese sueño de su padre, de la mano de otro gran artista como es Sylvain Chomet.

Con todos los tópicos que recorren la obra de Tati pero fundamentalmente centrado en el demoledor paso del tiempo sobre el/los artista/s, en "L'illusioniste" se rinde homenaje a esos artistas que han sido juglares, bohemios, itinerantes, llevando su arte a cada rincón, a cada pueblo, a cada teatro.
Un estilo de arte que fue erosionado por el paso del tiempo, por la tecnología, por los nuevos astros que aparecieron en cada rubro sin un mínimo camino recorrido, estrellas que se forman por el sistema mismo y que ya desaparecerán de la noche a la mañana.

Contra todo eso resiste el protagonista del film, alter ego indiscutido del propio Tati y su Monsieur Hulot, que va de aquí para allá con sus artefactos para hacer sus trucos, su malhumorado conejo y su afiche para desplegar en cada uno de los lugar en donde se presente.
Y aunque ya casi nadie esté interersado en su performance tan carente de histroinismo y efectos especiales seguiremos los pasos de este ilusionista que resiste y se niega a cambiar, que sigue a a contrapelo del avance aplastante del cambio capitalista, obsesión y crítica que aparece en casi todos los filmes de Tati.

Chomet no duda ni un segundo en el estilo que le imprime al relato, un tono inmensamente cargado de nostalgia, de una sensación de melancólica que aparece desde las primeras escenas, en donde uno como espectador queda solidarizado con la pena que atraviesa a este mago errante de una tristeza a flor de piel.

El ambiente de los artistas de variedades, reunidos genialmente en un hotel donde los lleva el manager general hará que nos encontremos con un ventrílocuo que trata de subsistir, un trío de gimnastas acróbatas y un depresivo payaso que también marca el fin de toda una época.
Con guiños y autoreferencias a sí mismo (en una escena el personaje entra a un cine donde están dando "Mi Tio") el tono nostálgico que irradia la historia es a la vez un gran homenaje a todos los artistas de una época que han tratado de subsistir mostrando su arte contra tanta nueva estrella recién llegada, como una despedida y un manojo de recuerdos de un tiempo pasado.
Casi como un homenaje a sí mismo que plantea Chomet, sosteniendo un estilo de dibujo clásico, sin ningún tipo de efectos especiales, contra tanto 3D y computadora que abunda en cualquier producción del género.

Sin más diálogos que algunas líneas balbuceadas en diferentes idiomas, tan universales como el idioma gestual, la historia transcurre con más gestos que palabras, donde Chomet alcanza a contrarnos la historia de este artista en un mundo de artistas, la magia de un show por más pobre que sea y el encuentro de este hombre simple con una niña/señorita que lo sigue en su camino, Alice, con la que entrabalará un lazo entrañable, nueva autoreferencia que hace Tatí al vínculo con su propia hija que apenas conoció.

Con este estilo sumamente particular, con la simpleza del dibujo más clásico que ya casi ha desaparecido en el cine de animación de hoy en día, logra otra rara joya, hipnóticamente bella, profundamente melancólica y absolutamente única, diferente a todo lo que hemos visto. Imperdible.