El ídolo

Crítica de Juan P. Pugliese - EscribiendoCine

Cantar para vivir

En El ídolo (Ya tayr el tayer, 2016), Hany Abu-Assad, responsable de las premiadas El paraíso ahora (2005) y Omar (2013), toma distancia de sus anteriores obras y realiza una biopic del primer palestino que resultó ganador del programa Arab Idol en Egipto.

Mohammed y su hermana viven en la Franja de Gaza y tienen un sueño en común: actuar en la ciudad de El Cairo. Junto a sus amigos, se dedican a recaudar dinero para comprar sus primeros instrumentos y ofrecer sus servicios en fiestas de casamiento. Con el pasar de los años, Mohammed tendrá una oportunidad concreta cuando surja la posibilidad de presentarse en el programa Arab Idol.

Hany Abu-Assad divide la narración en dos partes. Primero seremos testigos de los años formativos de Mohammed y de cómo la tragedia marcará su destino para siempre. Luego, ya adulto, hará lo que esté a su alcance para salir de Gaza y triunfar en Egipto. Todo esto se da en el contexto del interminable conflicto palestino-israelí que Hany Abu-Assad ilustra con constantes planos de las ruinas que evidencian la violencia.

El director se aleja de El paraíso ahora (2005), donde contaba cómo dos refugiados palestinos de Cisjordania planeaban un ataque suicida contra un colectivo israelí, y de Omar (2013), donde vivimos el día a día de un palestino integrante de la resistencia que arriesga su vida por amor.

Mientras la primera obtuvo el Globo de Oro a película en lengua no inglesa y fue nominada a los Oscar, Omar consiguió una mención especial del jurado de Cannes en la sección Un Certain Regard pero perdió el Oscar a mejor película extranjera ante La grande bellezza (2013) de Paolo Sorrentino.

Hany Abu-Assad opta por el camino de la película biográfica tradicional y el resultado es distinto de sus trabajos previos. Aquí vemos cómo en la primera mitad del film el Mohammed niño enfrentará diferentes dificultades concernientes a su núcleo más íntimo y en la segunda mitad deberá cruzar la frontera para llegar a Egipto.

Es en esa secuencia donde el director no logra construir una tensión acorde a lo que relata. La entrada a El Cairo, que previamente parecía la misión más difícil a la que se enfrentaría, queda condensada en unos pocos minutos. Hany Abu-Assad construye un relato con paciencia pero la resolución no le hace justicia a la hora previa.

El ídolo busca trascender al personaje para darle un tinte épico. Si bien el logro personal es importante, Hany Abu-Assad se esfuerza en demostrar que Mohammed pone sobre la mesa la discusión en torno a los habitantes de la Franja de Gaza y que su triunfo sería una victoria para todo el pueblo palestino.