El ídolo

Crítica de Fernanda Gómez - CineFreaks

Sueños entre escombros

En este film palestino no se trata de hablar de miedo, ni de la vergüenza, ni mucho menos de la tristeza. Basta con fijarse metas, sortear obstáculos, y cambiar el mundo.

Hace ya varios años que estamos viendo en los informativos aparecer noticias sobre el terror y la angustia que viven los ciudadanos de Gaza, sobre todo en lo que concierne cruzar la frontera. Entrar y salir del país es un acto de suma valentía, algo que no todos tendrían si se quiere conservar la vida.

Es en estos lares donde se encuentra nuestro protagonista, Mohammed Assaf, un chico común, quien tiene a su grupo de amigos y una hermana que nunca pretende aparentar ser una mujercita.

El grupo de por sí es bastante variopinto, pero todos ellos están de acuerdo en una sola cosa: triunfar y cambiar el mundo. Sus dotes musicales y la voz virtuosa de Mohammed les valen un par de monedas al principio, pero con el tiempo (y luego de muchas caídas) nuestro protagonista alcanzará el éxito como cantante fuera de su Gaza natal, algo que le cambiará la vida a él y a muchos palestinos.

La película, si bien está basada en hechos reales, no distrae su foco cayendo en los lugares comunes que, teniendo en cuenta el contexto en el cual se sitúa la trama, tranquilamente podrían haber recurrido a los llamados “golpes bajos” o la historia podría haber sido desdibujada al punto de tomar un concepto distinto en lo que respecta a la situación socio-política.

El director Hany Abu-Assad toma a los niños como protagonistas, concentrando el foco de la historia hacia el lugar de la inocencia y los sueños, dentro de un mundo plagado de bombas y escombros. Mohammed es el único que sobresale entre su entorno, tiene la iniciativa necesaria para escalar hacia lo más alto, en compañía de su familia y afectos. En este sentido, El Ídolo apela a la emoción, a la manera en que un reality show de canto puede cambiarle la vida a un simple muchacho proveniente de un país donde casi nadie puede entrar o salir.

Si bien la trama presenta unos baches narrativos que se ocultan con las historias superpuestas de los amigos del protagonista, nunca se pierde la emotividad en la vida del futuro cantante, con una puesta en escena jugada dentro de la ciudad de Gaza y El Cairo.

Lo más destacable dentro del film es la aparición del verdadero Mohammed Assaf que, a través de las imágenes de archivo, le aporta el realismo que la película necesita y todo el sentimentalismo con el que se carga el final, sin caer en los típicos clichés de las biopics. Este drama se mantiene fiel hasta el final, haciendo madurar la historia junto con su protagonista, dentro de una ciudad que nunca imaginó ver nacer una estrella.