El hombre solitario

Crítica de Martín Fraire - País 24

El increíble hombre menguante

El cómo enfrentar el paso de los años ha sido generador de historias de todo tipo y para diversos soportes. Es que, de alguna manera, la principal lucha que encarna el hombre consigo mismo es contra el miedo a la muerte y al irremediable paso del tiempo.

Y El hombre solitario resulta una eficiente metáfora de aquello a lo que el individuo posmoderno le teme: la vejez. Porque no es casual que el nuevo film codirigido por Brian Koppelman y David Levien sea una reivindicación de lo longevo, de lo socialmente desechable, de aquello que normalmente no forma parte de la prioridad… el hombre adulto.

Ben es un sujeto divorciado que supo ser exitoso en la venta de autos. Ha formado pareja con la hija de un empresario importante del sector para poder revitalizar aquel éxito perdido; sin embargo no está dispuesto a dejar de lado su conducta seductora y su atracción por las chicas más jóvenes. La serie de problemas profesionales y personales pondrán al protagonista en la cornisa en la que deberá elegir qué es lo que quiere para su vida.

Desde tiempos inmemoriales, Hollywood se ha encargado de hacer a un lado a aquello que, por viejo, ya no era “comercialmente” sustentable. Incluso logró dejar afuera de la industria a grandes talentos como Billy Wilder, Gene Kelly e incluso al propio Alfred Hitchcock, durante sus últimos años de vida.

Y en ese sentido el film rescata la presencia de actores que supieron llenar la pantalla en décadas más felices cinéfilamente hablando. Así no sólo la presencia de un Michael Douglas que llena la sala como hace mucho tiempo no lo hacía; sino que la historia se va a desarrollar entre la relación que éste tenga con su ex esposa (Susan Sarandon) y un amigo al que no visita desde hace 30 años (Danny de Vitto).

En medio de esa diáspora, el personaje de Douglas merodea entre una conflictiva relación con su hija (Jenna Fischer, o Pam en la versión americana de The Office), su salud y el interés sexual que despiertan en él generaciones menores.

Porque al igual que el Randy Robison que encarnara Mickey Rourke en El luchador, el principal enemigo de Ben es él mismo. Algo se desestabilizó, algo lo puso en la cornisa y a cambio de no enfrentar el problema se alejará de todos lo que lo rodean.

Por supuesto, de nada serviría un film de estas características si no se juntaran una serie de factores. El primero y principal es la increíble performance que lleva a cabo Douglas, no sólo cargándose la película en las espaldas, sino transformándose en ese Ben que cree tener un as bajo la manga cuando la situación lo amerita. La película se sostiene y se eleva por el alto nivel de un actor que, al igual que en cintas como Wall Street o Bajos instintos, demostró que es un verdadero talento delante de la cámara.

Por otro lado está el guión, que teniendo la posibilidad de caer en la lección moralista y la sensiblería prefabricada, elige respetar y respetarse a sí mismo. Resulta difícil no implicarse con ese protagonista, tal como las chicas a las que seduce, a pesar de conocer sus peores características y sus defectos más evidentes.

El hombre solitario resulta una alegoría muy precisa del desinterés que muestra la sociedad contra la adultez (todos los superiores del personajes serán más jóvenes que él), mientras reflexiona sobre la capacidad de equivocación del ser humano. Se trata de un film atrapante, de precisión milimétrica y de suscitado interés. Por supuesto, la posibilidad extra de ver a grandes actores en papeles a su medida la convierten en una opción para nada despreciable dentro de la oferta comercial de hoy en día.