El hombre solitario

Crítica de Luis María Fittipaldi - RosarioCine

El Zorro nunca pierde las mañas

Hay una edad adulta donde las cosas empiezan a mostrar sus lados más difíciles y quizás inesperados, ya sea por los años vividos, enfermedad o lo que fuese, parte de esto le sucede a Ben, un cincuentón al filo de los 60 pirulos, que parece no aprender nunca, ni lo hará jamás. Que frustaciones y dolores de cabeza le traerá, queda descontado, ya que en un viaje de fin de semana tener un rápido "affaire" con la hija de su pareja actual de tan solo 18 años, lo está diciendo todo.
Además de incorregible seductor, creído de si mismo, pedantón incapaz que se ata a recordar sus supuestos años fáciles donde ganaba dinero y era un exitoso, todo no alcanza para reverdecer laureles, de pronto se halla sin nada de nada, y esto permite al personaje -tan bien llevado, casi insuperablemente, genuinamente, por una de las mejores perfomances actorales de Michael Douglas-, hacer entonces una observación severa del estado de las cosas, sus cosas. Por momentos recuerda en algo, a aquél filme italiano con Gassman: "Il sorpasso".
Alrededor de este pusilánime por ratos, por otros divertido y simpaticón, se dan cita una cantidad importante de personajes secundarios de valía: la ex-esposa (Susan Sarandon), el amigo de otros tiempos (Danny de Vito), una millonaria mujer conflictiva (Mary-Louise Parker), la chica hijastra (Imogen Poots), su verdadera hija (Jenna Fisher), un joven universitario que se atraerá tan rápido como asi desencantará de él (Jesse Eisenberg, el maravilloso chico de "Zombieland" ) y algunos otros, lo cual irá bordando puntillosamente un guión sin desperdicio, que tuvo entre otras cosas la producción del notable Steven Soderbergh.

Un muy buen filme, básicamente apoyado en la labor de Douglas - por momentos cuando camina o sonrie a cámara parece un calco de su eterno padre: Kirk -, de dos directores para tener en cuenta a futuro, para disfrutar de una serie de personajes y actores logradísimos que lo acompañan, y sobre todo una metáfora importante acerca de la vida de un hombre perdidamente solitario.