El hombre solitario

Crítica de Fernando López - La Nación

Un ex triunfador en imparable decadencia

Este hombre ya maduro que cada mañana se despierta solo en su enorme cama matrimonial, desayuna una aspirina y sale a demostrarle al mundo que sigue teniendo el empuje y la vitalidad de un self made man , se parece bastante a Gordon Gekko, el personaje más famoso de Michael Douglas. No es un as de Wall Street, pero alguna vez fue un triunfador de esos que tienen al éxito como objetivo primordial y que a veces ascienden a la consagración en la portada de la revista Forbes .

Todo el mundo conocía su nombre -Ben Kalmen, el mismo que llevaba el imperio que fundó como vendedor de autos usados- y su rostro resultaba familiar gracias a los avisos de su empresa que animaba por televisión. Pero algo -quizá las irregularidades descubiertas en sus negocios, las que lo pusieron en el umbral de la prisión y le hicieron perder el crédito y las amistades- lo empujó a esta espiral descendente en la que se encuentra ahora y que no es sólo económica sino también moral.

Cínico, carismático, aprovechador, mentiroso y perseguidor compulsivo de toda clase de mujeres -jóvenes preferentemente, pero también, por conveniencia, ricas divorciadas o viudas-, Ben ha perdido también a la que fue su novia en la universidad y la madre de su hija, y con ésta la relación tambalea. Aun así, todavía parece creer que podrá recuperar su reputación: confía en su espíritu emprendedor y su poder de seducción.

En El hombre solitario todo gira en torno de ese personaje al que Michael Douglas retrata con visible atención al detalle exterior pero también enriquece con pequeños matices que traducen su conflictuada interioridad. El guión describe minuciosamente sus conductas autodestructivas, pero demora en revelar su motivación hasta el final, quizá porque ésta es tan débil e inconvincente que pone en duda toda la lógica interna del relato. Parece más un recurso al que apeló el autor para sostener la estructura dramática que la base sobre la que se construyó la historia, y conduce a revisar otras incoherencias que el cuento contiene y que quizá han pasado algo inadvertidas en medio de una acción que progresa casi sin desmayos y bajo los destellos de un diálogo que ha sido quizá demasiado elaborado pero resulta un placer oír en voces tan autorizadas y expresivas como las de Susan Sarandon, Jenna Fisher, Jessse Eisenberg, Imogen Potts o Danny De Vito, por sólo nombrar a los más destacados en un elenco magníficamente seleccionado.