El hombre que vendrá

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

Sobrevivir al horror

Giorgio Diritti tiene una particular predilección por contar historias que han transcurrido en pueblos de su país. Así, en Il vento fa il suo giro, 2005, una familia francesa dedicada al pastoreo emigra a Chersogno, para crear una industria de quesos, o Piazzati, 2009, donde reconstruye la historia de una feria desarrollada en la plaza del valle de l'Ubaye en Francia, en la cual niños provenientes de los valles de Stura y Maira del Piemonte, eran “alquilados” (hasta la segunda guerra mundial) para el pastoreo y el servicio doméstico.

Podría decirse que a Giorgio Diritti le interesa dar a conocer algunas páginas oscuras de la historia de su país, a veces desde un costado más documental, pero siempre con un intenso trabajo de campo.

El hombre que vendrá es un ambicioso trabajo sobre la masacre de Monte Sole, cuya historia está contada desde la mirada de Martina, una niña de 8 años que no habla, desde que un hermano muy pequeño muere en sus brazos.

El film apela a la memoria mostrando los “matices” de la historia, posiblemente, con la idea de evitar, que 60 años después, no se repitan estas tragedias.

Hay un cuidadoso trabajo con documentos y sobrevivientes, con gente que aspiraba a tener una vida normal y de pronto se vio sumergida en algo que le costaba mucho entender. Y que tan bien lo explica Martina, cuando describe con desconcierto e inocencia, al entorno de la violencia: donde aliados, alemanes, partisanos, brigadas guerrilleras del comandante Lupo y fieles a Stalin, finalmente hacen lo mismo: luchar por lo que creen es la verdad y luego matar para lograr sus fines.

En este sentido Marzabotto ha sido objeto de muchas polémicas respecto a quienes fueron realmente los que perpetraron la matanza, y en qué medida, si los nazis, si la brigada partisana Stella Rosa al mando del comandante Lupo o si los miembros del partido fascista republicano.

Este es también el objetivo de este film, mostrar al entramado que está detrás de toda guerra, que no está hecha precisamente de buenos y malos, sin olvidar de hecho los grados de la perversidad y sobre todo el anonadamiento de aquellos que son tomados por sorpresa y sobre todo los niños, las mujeres y los ancianos. Los que están lejos de medir e impedir la tragedia.

En la excelente reconstrucción histórica se destaca la fotografía, la dirección de arte, sumada al acierto de rodar con el dialecto de Bolonia, lo que da como resultado, una mezcla, que contribuye a enriquecer la búsqueda del realismo y a profundizar todo aquello, que dé cuenta de las emociones. Porque a eso apela Diritti. Y el cine y este en particular narra, y muy bien, con la mirada, con los gestos, con esos rostros cargados de creencias, de marcas, de dolores y también de amores.

Y a esto se suma la música como elemento dramático, cuya banda sonora (de Marco Biscarini) está armada en base a la mezcla de la tradición de la música italiana, que posee por naturaleza esos elementos basados en la ópera, y aquellos pertenecientes a las canciones tradicionales del lugar, como la canción de cuna.

La macacre de Marzabotto se produce en las noches del 28 y 29 de septiembre de 1944, en una redada sin precedentes llevada a cabo por la SS, casi a la misma hora en que nace el segundo hermano de Martina. Ella ahora deberá enfrentarse al miedo, a ver morir a sus seres queridos y a todo un pueblo. Y a pesar de su mudez y de todo el horror que la rodea, deberá enfrentarse al desafío de salvar a este hombre que vendrá.

Un crudo relato sobre la realidad, con unas merecidas licencias poéticas, para no dejar de verse y escucharse.