El hombre más buscado

Crítica de María Paula Rios - CineramaPlus+

El hombre más buscado del holandés Anton Corbijn, está basada en la novela homónima del escritor John Le Carré. Por consiguiente el espionaje se apodera de esta historia donde la intriga, la manipulación y la sagacidad cumplen un rol esencial. Sostiene, a su vez, la trama la soberbia actuación (lamentablemente una de sus últimas) de Philip Seymour Hoffman.

Gunther Bachmann es el jefe de un comando antiterrorista que trabaja de incognito en Hamburgo. Su misión es captar posibles “focos” terroristas islámicos, y a quienes financian a los mismos. Issa Karpov es un joven, mitad ruso y mitad checheno, que llega a Alemania en busca de una fortuna ilegal que le dejo su padre. Por lo que la atención de las agencias de inteligencia, tanto de Alemania como de EEUU, se centra en él. ¿Qué destino tendrá el dinero del inmigrante? ¿Es un musulmán extremista o solo una víctima del sistema represivo ruso?

Estas son las cuestiones que se ponen en jaque en un texto intrincado, donde los intereses y los engaños imperan. A modo de thriller “sesudo” la verdad cambia dependiendo quién la va descubriendo. El sentimiento de incertidumbre es constante, a medida que la investigación avanza, crece la ansiedad. Y todo funciona, con exactitud el director mueve los hilos para desenredar con suma elegancia la trama.

También es una película de climas. Climas opresivos y grises que transitan los personajes. Principalmente el de Hoffman, quien parece estar resignado de todo lo que lo rodea. Sentado en un bar de mala muerte, con un cigarrillo en la mano y la respiración entrecortada, su mirada abatida se pierde entre los ebrios y las peleas de rigor. Esa es su cotidianidad, además de vivir desconfiando en un ámbito de trabajo resultadista. No hay respiro, y si lo hay se respira tristeza y melancolía.

Anton Corbijn dota de humanidad el mundo del espionaje y posee la sensibilidad no solo de elegir a Philips Seymour Hoffman como protagonista, sino también de adaptarse a él y construir su personaje intuyendo su estado anímico; brindándole, también, la posibilidad de llevar a cabo una actuación impecable, digna de su enorme talento.

Por María Paula Rios
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