El hombre más buscado

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Los matices entre el fin y los medios

No necesariamente una película de espías morosa y melancólica es interesante, aun cuando esté basada en una novela de John Le Carré. Sin embargo, la morosidad narrativa y el argumento diseñado por el novelista inglés son elementos fundamentales en El hombre más buscado.

La acción no está ausente, por cierto, aunque se parezca más a una partida de ajedrez que a una pelea de artes marciales. El tablero es la ciudad de Hamburgo, el puerto del norte de Alemania, mostrado por la cámara de Anton Corjbin como si se tratara de un personaje más, ausente y presente al mismo tiempo en su atmósfera opresiva.

A ese puerto llega de forma ilegal un extranjero (Grigoriy Dobrygin) llamado Issa Karpov (no en vano el nombre en musulmán significa "Jesús" y el apellido remite a un famoso ajedrecista ruso). Su llegada no pasa inadvertida para el hipersensible y secretísimo servicio de inteligencia alemán y tampoco para la agencia norteamericanas asentada en ese país. La gran pregunta: ¿es un refugiado o un terrorista?

Nadie quiere que se repita un atentado como el de las Torres Gemelas; la diferencia son los métodos. Mientras el equipo que lidera Gunther Bachmann (Philip Seymour Hoffman) prefiere la vía moderada, el que conduce Dieter Mohr (Rainer Bock) se inclina por la eficacia inmediata. Entre ambos polos, parecen oscilar los servicios norteamericanos guiados por la diplomática Martha Sullivan (Robin Wright).

La complejidad de la trama, en la que también participan un banquero (Willem Dafoe), una abogada de una organización humanitaria (Rachel McAdams) y un potentado árabe (Homayoun Ershadi), evita que la historia se demore demasiado en el simbolismo del hombre venido de lejos y nos ahorra una eventual tentación mesiánica, que es el problema que la película denuncia, tanto en su variante religiosa como en su variante racional.

En cambio, no le impide desarrollar a fondo los personajes, más en sus filosofías (o en sus éticas) que en sus psicologías, lo cual en última instancia se traduce en una mirada distinta sobre el terrorismo y sus consecuencias no sólo políticas sino también familiares y sentimentales.

Si bien todo conflicto de posiciones puede reducirse a dos bandos básicos (como "blancas" y "negras" en ajedrez), la lección de esta sociedad entre el ojo de Corjbin y la mente de Le Carré (productor de la película) es que hay muchísimos matices entre el fin y los medios.