Ant-Man: El hombre hormiga

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Pequeño gran héroe

“Ant-Man” puede verse como un desafío: el de tomar uno de los personajes menos populares de la franquicia Vengadora de Marvel (al menos en lo que respecta al gran público, y fuera de Estados Unidos) y “levantarlo” para sumarlo al tercer ciclo del MCU (Marvel Cinematic Universe). Los afiches que mostraban un minihéroe sobre el filo del escudo del Capitán América ya avivan hasta al espectador común, que no mira las grillas de estrenos del MCU, aunque la idea general de la cinta fue hacerla de modo que (principalmente) pueda ser vista sin necesidad de contar con mucho bagaje marveliano: tal vez una estrategia para “marvelizar” a más gente.

El tono elegido es el de aventura con mucho de comedia y el inevitable romance; se nos dirá que los tres elementos están en todos los filmes de Marvel (y no solamente); la cuestión es cómo los repartimos. Digamos que “Ant-Man” está a medio camino de, por poner ejemplos, la algo fallida “Linterna Verde” (DC no siempre hace pie) con su estilo de héroe fachero pero algo lumpen, y el humor desbandado de Seth Rogen y sus amigotes en “El Avispón Verde”. Pero “Ant-Man” sale airosa, porque Marvel cuida sus productos y el balance está bien logrado, en cuanto a guión y dirección.

Los fans de “La Casa de las Ideas” (al menos de los los tiempos clásicos) deberían cambiar sus conceptos: el Hombre Hormiga ya no es Hank Pym, casado con Janet van Dyne (la Avispa). Ellos fueron héroes de la Guerra Fría, y Janet “se perdió” en circunstancias que se explicarán durante la trama. El doctor Pym es ahora un científico retirado, que supo negar a Shield la “partícula Pym”, base de su poder principal, el reducirse manteniendo la fuerza (también puede controlar insectos a voluntad). Pero el capitalismo puede más y Darren Cross, el ambicioso ex discípulo del doctor, está cerca de repetir el logro para venderlo al mejor postor.

La solución que encuentra Pym está en reclutar a Scott Lang, un ex convicto recién salido de San Quintín, donde fue a parar por mandarse unos robos importantes gracias a su ingenio y formación académica. Acuciado por el desempleo y por no poder ver a su hija Cassie, acepta la oferta de su peculiar amigo Luis para unirse a otros dos chorros hábiles en un nuevo robo. Pero esto es un ardid del ex Ant-Man para convertirlo en el nuevo y enviarlo a boicotear a Cross. Para ello contarán con la renuente ayuda de Hope van Dyne, hija de Hank y Janet (sí, usa el apellido de la madre), abandonada desde la muerte de la última (y ex aliada del inescrupuloso de turno).

Perspectivas

La narración funciona bastante bien a partir de cuatro ejes: el crescendo de la acción, la dosificación de la información, el “desarrollo del héroe” como tal y la pata cómica que sirve como elemento de descompresión (mayoritariamente aportada por el trío de simpáticos y bonachones delincuentes). Otro acierto pasa por la narrativa visual, que se hace fuerte en mostrar la perspectiva del pequeño paladín: desde la visión entomológica del mundo de los insectos domesticados, a la gran primera escena de reducción del personaje (donde el agua de la bañera es una inundación, y de ahí en adelante).

La gestación de todo esto estuvo en manos de Edgar Wright y Joe Cornish, quienes escribieron la historia y el guión final junto a Adam McKay y el propio Paul Rudd. El elegido para llevar la idea a la pantalla fue Peyton Reed, cuyo mayor éxito había sido “Viviendo con mi ex”; aquí aplica esa soltura con la comedia y demuestra que puede manejar una película más grande y con más efectos especiales.

Valga también un reconocimiento para la diseñadora de vestuario Sammy Sheldon, quien contrapuso la estética vintage del traje de Ant-Man (¿alguien se acuerda de “Rocketeer”?) con el moderno look del Yellowjacket, el traje moderno.

Corpóreos

Otro de los elementos clave es el trío protagónico: Paul Rudd es un Scott carilindo, que como decíamos arriba podría haber sido como el Ryan Reynolds de “Linterna Verde”, pero lo rescata su toque humorístico, a tono con sus secundarios. Michael Douglas como Pym se mueve a sus anchas, quizás en un personaje demasiado buenazo para él (en la otra punta del Gordon Gekko de “Wall Street”). Y Evangeline Lilly convierte a su Hope en una especie de Kate Austen (su aguerrido personaje en “Lost”) más madura, explotando (además de su belleza, ni bastaba decirlo) su particular gestualidad: por lo demás, la primera de las escenas escondidas en los créditos le promete un papel importante en la continuidad del MCU.

Del otro lado, Corey Stoll construye un Cross con aquellos detalles algo detestables que le puso al Peter Russo de “House of Cards”. Michael Peña (Luis), por su parte, lidera con holgura el trío de ladrones, secundado por David Dastmalchian (Kurt) y T.I. (Dave). Judy Greer hace lo correcto como Maggie, la ex esposa de Scott, aunque el fuerte de la familia está en la querible Abby Ryder Fortson como la pequeña Cassie, y en el Paxton (el nuevo compañero de Maggie) de Bobby Cannavale, un policía casi de manual y un poco el italiano rústico que a veces le pide Woody Allen.

Entre las apariciones estelares, están Anthony Mackie como el flamante Vengador Falcon, Hayley Atwell repite su Peggy Carter en la secuencia de los ‘80, y John Slattery debuta como Howard Stark. Por supuesto, Stan Lee hace su habitual cameo, como siempre en un momento inesperado.

Salidos de la comedia, la segunda escena oculta abre las puertas para lo que será el tercer ciclo del MCU, que promete varias lágrimas.