Ant-Man: El hombre hormiga

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

La hormiga atómica

Es más liviano y menos pirotécnico que otros productos Marvel, y uno de los más simpáticos y entretenidos.

Vistos con frialdad, todos los superhéroes tienen intrínsecamente algo de absurdo. Si en las viejas cartas de tope y quartet de superhéroes hubiera existido, además de “fuerza”, “velocidad” y demás, el rubro “ridículo”, Ant-Man -o sea, el Hombre Hormiga- les habría ganado a todos los demás. ¿Cómo hacer para que ese bichito doméstico pisoteado sin problemas por niños y ancianos fuera creíble como salvador del mundo? Esta aparente flaqueza termina siendo la fortaleza de la película: el resultado es más liviano y menos pirotécnico que otros productos Marvel, pero es uno de los más simpáticos y entretenidos.

Ant-Man tiene a favor que, en general, la primera entrega de estas sagas de superhéroes, en las que se cuenta el origen del personaje y cómo va descubriendo sus habilidades, suelen ser las mejores. Pero al director Peyton Reed (¡Sí señor!) le tocó una tarea difícil: concretar lo que Edgar Wright (Shaun of the Dead) había venido desarrollando durante once años. Wright renunció por “diferencias artísticas” con los ejecutivos de los estudios no mucho después de que Disney comprara Marvel. Nunca sabremos si el proyecto original era mejor que el que se estrena hoy, pero Reed estuvo a la altura del desafío. Por empezar, por el tono de la historia, parecido en su ligereza al de la primera Iron Man y al de Guardianes de la galaxia (aunque Ant-Man parece más dirigida a los niños pequeños). Nunca cae en la solemnidad; siempre hay algún chiste -más inteligente o más pavo- para salvar el momento.

Otro punto a favor es que la aventura es clásica y, en comparación con otras películas del género, chica. Esta es una mezcla de película de superhéroes con una de robos (Reed declaró haberse inspirado mirando El affaire de Thomas Crown o La gran estafa, entre otras), porque Scott Lang (el carismático Paul Rudd) es, antes que Ant-Man, un ladrón. El Dr. Hank Pym (Michael Douglas, gran elección), el Ant-Man original, lo elige para sucederlo. Y su primera misión es robar un traje copiado del de Ant-Man (que reduce el tamaño del portador, pero no su fuerza) que será utilizado para el mal.

De este modo, la historia no está llena de personajes y efectos especiales que aturden y marean en lugar de contribuir al relato, como pasaba en Avengers: Era de Ultrón. Aquí, en cambio, los efectos aportan magia: lejos del ridículo, es fascinante ver el mundo desde el punto de vista de una hormiga.

PD: Hay que quedarse hasta el final de los créditos.