Ant-Man: El hombre hormiga

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

Directo al corazón

Ant-Man es la propuesta más arriesgada de Marvel hasta la fecha, por el desafío que implicaba adaptar a un superhéroe que a nivel de popularidad no juega en la misma liga que Los Vengadores, Iron Man o Capitán América. Es también una película mucho más pequeña y discreta que las demás kaijus a las que nos tiene (mal)acostumbrados la fábrica de superhéroes. Pero esto no quiere decir que por no precisar de rimbombantes secuencias de acción –como sí la fallida Los Vengadores: La era de Ultrón– sea menos interesante, sino todo lo contrario. El encargado de la complejísima tarea de llevar a pantalla grande la historia de un hombre que se encoge y aumenta su tamaño con un traje creado por un científico loco, y que comanda con su mente a un ejército de hormigas para derrotar a otro chiflado con un traje similar, es Peyton Reed, un director igual de discreto sin películas malas en su historial. Gracias a su capacidad para hacer más con menos y a la colaboración de los cuatro enormes guionistas, Marvel logra su película más humilde en años, aquella que no pretende arrasar en la taquilla mundial y con la que otra vez ha podido sacar adelante un proyecto con personajes tan particulares como protagonistas, consiguiendo uno de sus films más sólidos desde Guardianes de la Galaxia. De hecho, Ant-Man se le parece mucho en encanto y originalidad, y ambas nos transportan como si fuésemos viajeros en el tiempo a esa época en la que las películas tenían que presentarnos a cada uno de los superhéroes mientras descubrían sus poderes por primera vez y que luego irían integrándose a otros universos para acoplarse a una maquinaria aún mayor.

La película del superhéroe menguante es pequeña pero sin embargo no pasa desapercibida: precisamente, sorprende por introducirnos en un mundo microscópico en tiempos en los que la épica pareciera haber quedado definida solo por conceptos monumentales en los que prácticamente ya nadie recuerda los peligros cotidianos a los que se tenía que enfrentar el protagonista de El increíble hombre menguante. Lo nuevo de Marvel ofrece, además, uno de los más minimalistas y poderosos clímax, impensados en el mainstream más reciente, remitiéndonos a un espíritu lúdico que el cine de superhéroes actual, cada vez más cargado de una solemnidad que no admite lugar para las risas, parecía haber olvidado.

Ahí viene a filtrarse la película de Reed, que no pretende ser lo impostada y grandilocuente que es Interestelar ni recrear el cierre filosófico del clásico de Jack Arnold, sino que va directo a lo suyo: la comedia. Los aportes de Wright se hacen visibles sobre todo en la secuencia de acción final y en los pequeños grandes comic reliefs de Michael Peña. El dream team conformado por los guionistas y el director entiende los mecanismos y el timing de la comedia a la perfección, por eso la película se mueve en tonos medianos a nivel acción pero tiene un encanto y una emoción genuina no vistas desde que los Guardianes de la Galaxia, nos robaron el corazón con su gozosa libertad, su paleta de colores y su “Awesome Mix Tape Vol 1?.

A fuerza de puro cine, tanto la película de James Gunn como esta, reducen a tamaño microscópico aquellas ridículas declaraciones hechas por Iñárritu en las que tildaba de “genocidio cultural” a las películas de superhéroes, tratándolas de “básicas y simples” con “explosiones y mierda que no habla para nada de lo que significa ser humano “. Bueno, Ant-Man es la prueba más fehaciente de que el cine de superhéroes puede hablar mucho más sobre lo que significa ser humano que la canallada con pretensiones intelectuales, profundas y filosóficas que es Birdman, donde la torpeza, la escasez de ideas y la obviedad más alarmante le impiden a Iñarritu ver más allá de su propia arrogancia y darse cuenta de que son sus películas las que pecan de mucho ruido y poco cine.

Lo que importa es que por mal que le pese al director mexicano, y para alegrar los corazones de los que amamos el verdadero cine, ese que no distingue entre bajas y altas culturas, el círculo se ha cerrado con algo grande y diminuto a la vez: la nueva fórmula de Marvel, tan eficaz como la de las Partículas Pym.