El hombre duplicado

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

Enemigo mío

El Hombre Duplicado (Enemy en titulo original) es la adaptación de una novela del portugués José Saramago, autor del que ya habían adaptado su afamada e impiadosa novela Ensayo Sobre la Ceguera. El Hombre Duplicado tiene como premisa un tema recorrido ya otras veces en la literatura, la del doppelganger, el doble. Obras como El Vizconde Demediado de Italo Calvino, El Doble de Dostoievski, y el clásico El Extraño Caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde de Stevenson están allí para refrendarlo. En este caso, el hecho le sucede a un profesor de historia. Un día, viendo una película por recomendación de un compañero de trabajo, descubre a una persona que parece ser su doble exacto.

El relato, originalmente ubicado en Portugal, es trasladado por el director Denis Villeneuve a Toronto, una ciudad a la que va a transformar en una oscura prisión. Como una extensión de la vida de nuestro protagonista, la angustia incomprensible que lo habita se funde con la urbe. A nuestro protagonista lo vemos repitiendo clases, maquinando una rutina fría e inclemente. Su departamento es macilento. Lo vemos en las sombras, como aguardando algo terrible por suceder. Y eso que tiene como pareja a la bellísima Mary (Melanie Laurent), pero su relación es de un desapego palpable. En medio de una ciudad que se dibuja kafkiana, con una puesta en escena de tonos gélidos, la red que plantea una inmensa tumba de cemento agobia a Adam. La aparición del doble va a dar entidad a la ansiedad antes indescriptible: él ya ni siquiera es un ser único e irrepetible, ni eso tiene ahora.

En medio de una ciudad que se dibuja kafkiana, con una puesta en escena de tonos gélidos, la red que plantea una inmensa tumba de cemento agobia a Adam.
El doble papel del profesor está a cargo de un Jake Gyllenhaal que da con el rol de perturbado. Tanto para mostrar al hombre atribulado como para cambiar de papel sin variar de manera grosera. El otro personaje que interpreta, el actor de poca monta Anthony, juega un rol en apariencia más ligero pero que carga con mayor oscuridad. La duda que surge es, como en la mayoría de esos relatos que he nombrado, si estamos hablando de dos sujetos o de uno solo. ¿Es esto una escisión del propio ser? ¿Una fragmentación mental y temporal? En las diferencias y personajes que van apareciendo se van fundiendo cuestiones. Y el momento donde uno puede vincular ideas es con el encuentro de Adam y su madre (Isabella Rossellini) ¿Por qué la madre de Adam le habla de un bello departamento cuando vive en un lugar lóbrego? ¿Por qué ella le dice que le gustan las fresas cuando las detesta? Viendo más de cerca, pareciera que hablara del otro, del doble, más que de él mismo. ¿De donde surge la herida en el pecho que comparten? Es desde ese lugar de incertidumbre desde donde uno encuentra un interés en la historia. Pero este caso, como en muchas traslaciones, se adolece de la idea de que un texto denso debe transformarse en una imagen de igual espesor, como si lo anómalo y la trascendentalidad (que por fortuna aquí no es verbalizada) fuera condición sine qua non para una adaptación literaria célebre. Y por debajo de la opresión calculada del director y el extrañamiento de la puesta en escena, uno advierte que poco se ha dicho, y que quizás, tampoco importaba demasiado.