El hombre del norte

Crítica de Luciano Monteagudo - Página 12

"El hombre del norte": la venganza será terrible 

Las dos primeras películas de Eggers, "La bruja" y "El faro", eran una mejor que la otra. Pero con esta saga vikinga quedó ahogado por el presupuesto.

A priori, la idea de hacer una película de vikingos inspirada en la saga nórdica que habría dado pie al Hamlet de William Shakespeare, parecía ingeniosa, por decir lo menos. Y para ese proyecto, impulsado por el actor sueco Alexander Skarsgard, se fueron sumando nombres propios cada vez de mayor peso, empezando por el veterano productor Arnon Milchan (Martin Scorsese, Terry Gilliam, Ridley Scott, James Gray y David Fincher son solamente algunos de los directores que están en su foja de servicios). Luego se incorporaron a El hombre del norte el guionista islandés Sjón, para darle mayor seriedad al asunto, y el director Robert Eggers, cuyas dos primeras películas eran una mejor que la otra: La bruja (2015) y El faro (2019). Para completar la torta, el elenco: el ascendente Skarsgard como el brutal Amleth (que de noble príncipe no tiene nada), más Nicole Kidman como su madre lúbrica, Ethan Hawke como su padre, Claes Bang como su tío traicionero, Anya Taylor-Joy como su amor imposible, más personajes secundarios –por no decir cameos- a cargo de Willem Dafoe y, obviamente, Björk, que interpretan respectivamente a un brujo y a una hechicera que orientan al protagonista por su camino de tinieblas.

El resultado, sin embargo, no pudo haber sido peor, a pesar de los 90 millones de dólares que terminó costando el chiste. O a causa de ellos. Se diría que El hombre del norte es uno de esos casos donde el tremendo peso de la producción termina asfixiando cualquier atisbo de creatividad, empezando por el guion mismo, que es de una elementalidad rampante, como si la decisión final hubiera sido tirar por la borda la idea original, que tenía su jugo, y convertir a The Northman en una vulgar película de venganza como hay tantas. Y donde cada juramento de revancha por parte de unos y otras (y los hay cada 5 minutos en una película que dura más de dos horas) se pronuncia con un grado de solemnidad y circunspección que termina provocando humor involuntario.

Tanto en La bruja como en El faro el director estadounidense Robert Eggers había demostrado que con muy pocos recursos económicos era capaz de crear los relatos y las atmósferas más inquietantes. Y no sólo eso: también conseguía una profundidad de sentido que muchas veces le falta al cine de terror o fantástico. Aquí sucede exactamente lo contrario: a diferencia de la concentración dramática y de espacio de sus dos films anteriores, en El hombre del norte todo se dispersa y se pierde en el camino. Sobran personajes, situaciones, locaciones, efectos especiales. Hay demasiados elementos para narrar muy poca cosa. Y lo que se narra es tan básico que trae a la memoria la saga de 300 en su despliegue de testosterona guerrera, toda una contradicción para un director que en La bruja hizo un sutil alegato feminista y en El faro se reía del machismo absurdo de sus dos contendientes.

Los actores no salen mejor parados. No importa lo que le suceda, Skarsgard está siempre igual: pétreo, torvo, puro músculo y ninguna emoción. Lo menos que puede decirse de Ethan Hawke –un actor de perfil urbano y contemporáneo- es que así como está, ataviado como un rey vikingo, se trata de un enorme malentendido de casting. Y la escena junto al brujo que compone Willem Dafoe da un poco de vergüenza ajena: gente grande jugando a los disfraces. Anya Taylor-Joy, que tan bien le había rendido a Eggers en La bruja, aquí es apenas un cliché romántico. En todo caso, quien sale mejor parada es Nicole Kidman, que en medio de ese marasmo sabe otorgarle a su reina lujuriosa una dosis de malicia que se siente verdadera, a diferencia de la falsedad digital que impera a su alrededor.