El hombre de los puños de hierro

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

GOLPE A GOLPE

"Para forjar un arma se necesitan tres cosas: el metal adecuado, temperaturas mayores a los cuatrocientos grados y... alguien a quien matar". Eso es lo primero que dice el protagonista de EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO (THE MAN WITH THE IRON FISTS, 2012). ¿Y qué se necesita para hacer un film como éste? Amor por un género, amigos compinches a los que les guste lo mismo y un público adecuado. Al ver la película, uno entiende porqué su director (y actor y co-guionista), el rapero RZA, y Quentin Tarantino (quien sólo "apadrina" el film) se lleva tan bien. Forjada como un delirante y muy sangriento homenaje al cine de artes marciales, la película narra, al ritmo del hip-hop, la historia de un afroamericano que labura como herrero y experto forjador de armas en una aldea china del siglo XIX. Allí, el paso de un cargamento de oro provocará violentos enfrentamientos entre clanes rivales y curiosos personajes. El guión, co-escrito por Eli Roth (director de HOSTEL y también amigo de RZA y Tarantino), no es muy elaborado, pero se trata de una producción consciente de sí misma, en la que incluso actores de la talla de Russell Crowe y Lucy Liu se animan a reírse de ellos mismos.
Chinos voladores, desmembramientos y armas estrambóticas son las formas que EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO tiene para golpear al espectador, quien, sonriente, decide bajar la guardia. Y es que, a pesar de algunos altibajos en el ritmo de la narración (especialmente en la mitad), la película logra divertir si se la sabe mirar desde el ángulo apropiado. Quizás se le pueden reprochar la falta de carisma de su protagonista, algunas arbitrariedades en su argumento o la imposibilidad de aprovechar al 100 % en el tercer acto el clima de caos inminente que se había construido hasta ese momento. Sin embargo, EL HOMBRE DE LOS PUÑOS DE HIERRO, que genera simpatía por sus excentricidades y guiños cómplices, es una de esas películas por las que vale la pena dejarse golpear.