El Hobbit: Un viaje inesperado

Crítica de Gustavo Martinelli - La Gaceta

El largo regreso a la Tierra Media

Está claro. "El hobbit" no es "El señor de los anillos". Y en esta adaptación de Peter Jackson, la diferencia entre una obra y otra está planteada sin tapujos. No solo porque se entregó un filme que apela a constantes flashback hacia ese futuro que ya vimos, sino porque se extendió el metraje hasta niveles casi imposibles para poder cumplir con la consigna comercial de estrenar una película por año hasta el 2014. Con casi tres horas de duración el filme narra la primera parte de una historia que sucedió 60 años antes de los acontecimientos descriptos en "El señor de los anillos". "El hobbit" fue concebido por J.R.R Tolkien, para entretener a los niños antes de ir a dormir. De manera que su estructura es simple y el argumento carece de los planteos filosóficos y existenciales que sí tiene "El señor de los anillos". Esta aventura en estado puro, narrada en casi 300 páginas, hubiera podido plantearse en un solo filme. Pero Jackson decidió estirar la historia hasta llevarla a casi nueve horas de metraje. Una osadía que tal vez le cueste el rechazo de los fans de Tolkien. Sin embargo, el resultado es de una calidad tan excepcional que esa extensión casi no molesta. La imaginería visual de Jackson, su desenfado a la hora de mover las cámaras y el uso impecable de los efectos especiales se fueron perfeccionando. Por eso, el filme es un entretenimiento épico con mayúsculas. Además, desde el inicio de la película (que tiene la misma presentación, clima e impronta que "El señor de los anillos") se tiene la sensación de transitar por un universo conocido. Incluso la música -enorme Howard Shore- retoma algunas de las melodías que ya ganaron un Oscar con la anterior trilogía.

Claro que este largo regreso a la Tierra Media puede resultar aburrido para quienes no conocen el universo tolkiano. Pero, para los fans es una vuelta memorable. Una suerte de regalo navideño que se disfruta como el juguete más esperado.

Párrafo aparte merecen los actores. Sobre todo Martin Freeman, que encarna a Bilbo con una gracia que no tuvo el melancólico Elijah "Frodo" Wood. Deliberadamente Jackson le otorgó a la historia algunos toques de humor que no están en el texto de Tolkien. Y la mayoría de ellos provienen justamente de Bilbo.

La película se estrenó en Tucumán sin la novedad de los 48 cuadros por segundo. Solo llegaron al país 19 copias con este nuevo formato que, obviamente, quedaron en los cines de Buenos Aires. Una pena, porque la sala del Atlas ofrece justamente la posibilidad de ver el filme con este esperado adelanto.