El Hobbit: Un viaje inesperado

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Y llegó el día, Hace ya casi diez años que terminó la enorme trilogía de El Señor de los Anillos, y ya desde antes se hablaba de la posibilidad de continuar con otra de las obras del autor J.R.R. Tolkien, El Hobbit, una suerte de precuela de esas aventuras fantásticas vividas por Frodo, Aragorn, Gandalf y compañía. El destino quiso que todo se complicara, Guillermo Del Toro abandonó la silla de dirección antes de arrancar, hubo problemas y cambios en la producción, y al final, fue Peter Jackson quien puso otra vez las barbas en remojo para retomar de alguna manera su obra más emblemática y hacer que ahora todo se encaminara buen puerto; y por los resultados vistos, fue una decisión más que acertada.
La historia comienza con el Bilbo anciano (Ian Holm al igual que en El Señor...) quien escribe una carta narrandole a Frodo (breve aparición obligatoria de Elijah Wood) sus aventuras pasadas. Nos remontamos 60 años en el tiempo, el Dragón Smaug robó un tesoro preciado y sumió en la oscuridad a toda la comarca de los Enanos, dejándolos sin hogar. Uniéndose en la desesperación, Gandalf (Ian McKellen, obviamente) organiza de improviso una reunión en casa del Hobbit Bilbo (Martín Freeman, en composición muy similar a Merry y Pippin) a la cual llegarán 13 enanos, entre los que figura el Rey Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage). Entre la sorpresa y negativa de Bilbo, todos emprenderán un viaje hacia la Montaña Solitaria para recuperar el tesoro robado. Esto es solo un pequeño comienzo, lo que sigue es enorme e inesperado.
Este año parecía ser el de los grandes superhéroes, las más importantes superproducciones habían pasado por ese sub-género, sin embargo, Peter Jackson vuelve a demostrar que el mundo mitológico, fantástico y espectacular de la Edad Media vuelve a estar más vivo que nunca, y convierte a 2012 en el año de un anti-héroe pequeño, el cual lo que no tiene de fuerza y músculos lo tiene de honor y valentía; al igual que Frodo, este Bilbo es un personaje enorme.
Sólo los grandes directores tienen una idea completa, abarcativa de lo que “la aventura” debe ser, y el director de Bad Taste y Braindead lo tiene bien sabido. El Hobbit: Un Viaje Inesperado no es un film de acción, de violencia explícita, de ritmo frenético, es “una de aventuras” de esas como las que disfrutábamos cuando éramos chicos. Jackson logra algo increíble, que aunque ya conozcamos ese mundo en tres films anteriores no podamos dejar de abrir los ojos bien grande y asombrar nos ante cada nueva maravilla. Hay momentos para todos, y para los ya visitados, las escenas con Galadriel, Saruman y Elrond y las de Smeagol/Gollum son puramente emotivas.
El Hobbit no sólo es impactante visualmente, narrativamente también lo és, y eso es lo que la hace una aventura entera. Hay una moda actual en Hollywood de estirar las novelas/libros originales en varias películas para poder “sacar más jugo”, de esta modalidad, El Hobbit pareciera ser la que mejor uso logra, a pesar de que, como se dijo, se toma varias licencias sobre el original de Tolkien. En un primer momento el ritmo es más lento, agradable, se nota que fue alargado, pero sin embargo hay tanta gracia, humor, calidez en esos momentos que todo se mira con placer. Cuando el ritmo aumente y los riesgos se apuren uno tras otro ya sí, el vértigo de la aventura será magnífico, pero siempre sin apurar los tantos, dejando que el espectador disfrute del todo. Así, podemos separa el film en dos partes distintas, que se complementan perfectamente y no van una en desmérito de la otra, el espíritu del autor sigue estando intacto.
Por supuesto que los FX, la construcción de criaturas, y la fotografía en general está a la altura de las circunstancias, todo apunta al preciosismo y lo logra.
Las actuaciones no suelen ser un punto alto en estas mega-producciones, sin embargo acá hay lugar para que todo el complejo de actores (en su mayoría ingleses) se luzcan.
El Hobbit tiene un logro fundamental, dura 169 minutos, y sin embargo, cuando llega la escena final uno se queda con ganas de más, no es que no fue suficiente, sino que ya nos sentimos como un chico deseoso de una nueva aventura por vivir; esa es la esencia del nuevo film de Peter Jackson, y por eso podemos decir que, por suerte, tenemos, por lo menos, dos más por vivir...